Miguel Ángel del Pozo
Se le escuchó decir a don Rómulo Betancourt en alguna
ocasión durante los tiempos del primer gobierno del fallecido, Carlos Andrés
Pérez, cuando observaba los efectos del “Miami barato”, la siguiente
escatológica frase: “…cuando las mujeres
de los barrios se visten como las del Country Club es que algo anda muy mal…”
¿Es frase verídica del pensamiento betancouriano? ¿Qué quiso decir exactamente
don Rómulo con aquella supuesta frase? Por último ¿era CAP del agrado de don
Rómulo Betancourt? ¿Por qué dicen que en una extrema acción sacó del cinto su
38 y disparó? ¿Por qué casi inmediatamente lo trasladaron a Nueva York de
donde, dicen, nunca jamás, regresó a Venezuela? Don Rómulo Betancourt siempre
será un enigma político; particularmente, siempre tuvo sus debilidades en
intelectualidad como aquella idea en su texto, en colaboración, sobre petróleo
como demostramos en alguna de nuestras investigaciones en consulta de la
bibliografía; quien sustentó la “idea central” de aquel famoso y grueso texto,
“Venezuela, política y petróleo”, cual se publicara en Costa Rica cuando hacía
“pinitos” en el movimiento comunista locales caribeños. Ironías de los destinos
y tiempos históricos.
Las derechas que participaron en el “23 de enero” se
comportaron, en nuestro criterio, como aquellas clases sociales quienes durante
la Independencia esperaron que Simón Bolívar hiciera el trabajo duro de la
Independencia del Reino de la España borbónica para regresar a recoger “los
trastos rotos y valiosos” para así asumirse como borbones en comportamientos
sociales (El Universal continúa en las actuales
realidades informándonos de las “delicias sociales” de las casas reales y
burguesas europeas).
Era una tentación apoderarse de la conducción del Estado
venezolano pero necesitaban de un “un
político” con grados de liderazgo entre una sociedad bastante particular
como era la venezolana de aquellos tiempos históricos modernos. Pero aquel
político (don Rómulo Betancourt) era lo suficientemente zamarro como para
“echarse esa vaina solo” y se inventó el “Pacto de Puntofijo”. Si le ponemos
atención en el pacto mencionado ningún empresario participó y firmó aquel
acuerdo sobre la conducción de la Política venezolana. Aquellos políticos
conocían que tenían que alcanzar sus acuerdos con “las fuerzas vivas” del país;
conocían que en el marco del triunvirato a constituirse era necesario saber
“pulsar” las circunstancias socio-económicas que se exigían en las realidades
aprendidas durante el Gobierno de don Rómulo Gallegos. Eran tiempos de la
“Guerra Fría” que exigían la total adhesión a las políticas de Washington. Eran
tiempos de inventar paradigmas anti-comunistas-latinoamericanos que se vieran
bien en la Casa Blanca y en el Pentágono; quizás por ello fue que don Rómulo se
inventó dos (2) tesis: el no reconocimiento de gobierno alguno que fuera
consecuencia de un golpe de estado no tan del agrado de Washington porque
entraba en fuerte contradicción con la “Doctrina Monroe”. La segunda tesis más
acomodada a los gustos washingtonianos que, en golpe maestro de zorro político,
llevó a don Rómulo proponer en el seno de la OEA, en Punta del Este, la
expulsión de Cuba por no querer seguir siendo el “casino del Caribe” (nos
censuramos a conciencia) acusándola de “comunista come niños”. Fueron tiempos
cuando se expresó en la praxis aquella política de “dispare primero y averigüe
después” para, prácticamente, asesinar a cualquier ser humano que pensara que
Carlos Marx (el enemigo espiritual del filósofo de El Universal) tenía algunas
razones pero, eso sí, sin “detener a la
Historia” que estaba más vigente que nunca antes porque no detenía el
desarrollo post-bélico mundial del sistema capitalista y del imperialismo
estadounidense (petróleo barato).
No sería necesario conversar sobre el tétrico gobierno de
Raúl Leoni, ni dar odas al Olimpo celestial por la “pacificación” de Rafael
Caldera. Pero aquella etapa del puntofijismo comenzaba su decadencia y hacia su
entrada triunfante los primeros pinitos de las nuevas tesis del capitalismo
desarrollista con CAP. Fue aquel desastre socio-económico que encabritó a don
Rómulo Betancourt porque, necesario decirlo, don Rómulo era un político criollo
y tradicional en el más amplio concepto clásico del término. Ese modernismo
CAPiano significaba, efectivamente, la destrucción del sistema de clases que
gustaban a aquellos empresarios tradicionales y, porque no decirlo, con
comportamientos miedosos a los cambios tecnológicos de aquel entonces histórico.
Es decir, ese importante cambio implicó que se desarrollaran contradicciones de
clase en las clases empresariales betancourista-calderista con “los Apóstoles
de CAP”. Pero ¿Qué significó para la estructura del sistema capitalista
venezolano ese impacto social y económico? ¿Cuándo y cómo se ejercieron las
primeras decisiones de transformación de la industria petrolera venezolana? ¿Cómo
impactaron en la estructura de clases aquellas transformaciones profundas en la
industria petrolera venezolana? ¿Qué pasó, realmente, en Venezuela, “detrás de
las cámaras”, en aquel periodo comprendido entre el 1r. Gobierno y 2do.
Gobierno de CAP? Lo preguntamos porque “caminamos”
del plan “Mariscal de Ayacucho” al “viernes negro”, del primer intento de
“golpe de estado” durante el 2do. Gobierno de CAP al “4 de febrero” y el porqué
de las contradicciones de clase en los diferentes sectores empresariales.
Probable que Rafael Caldera pensara, seriamente, en la “idea central” de aquel
discurso en el Congreso cuando “un adeco” pidió la “…muerte para los golpistas…”; lo importante, en nuestro criterio,
quizás, era que Rafael Caldera buscaba un “we will come back” del empresariado
tradicional-criollo. Pero la contradicción había tomado cuerpo a favor de “los
petroleros” quienes lograron, consideramos, controlar las decisiones
importantes en renglones específicos de los cambios en el capitalismo
venezolano hacia el “neo-capitalismo-global-neo-dependiente”.
Eran evidentes las contradicciones de nuevo cuño que se
desarrollaron entre aquellas clases empresariales tradicionales y CAPistas con
las “petroleras neo-católicas”. Quien tenía “los reales”, tenía el Poder.
Evidentemente. Esa clase “petrolera” se acoplaba a las realidades que el
sistema capitalista neo-liberal-global, en el marco de la “nueva división del
trabajo” internacional imponía. Esa “neo-clase económico-religiosa” caminaba
hacia la incorporación de Venezuela como Estado al circuito mundial de la
economía controladora de los mercados mundiales en todo su significado.
¿Cuán importante era el país, es decir, el ser social
venezolano y la venezolanidad histórica para esa “neo-clase-petrolera-católica?
Nos, consideramos que el “uso y abuso” de lo religioso en política siempre ha
traído graves problemas para las sociedades. Es verdad que el continente
católico por excelencia es América Latina. Es verdad que las contradicciones
sociales en América Latina desde el río Bravo hasta la Patagonia, a pesar de
las riquezas continentales, eran bien un obstáculo, bien una ventaja para
aquella propuesta de “división internacional del trabajo”. Es verdad que los
pueblos americanos han venido y están hartos de “recoger las migajas de pan que
caen desde las mesas de los neo-sectores-sociales-católicos” empresariales en
estos tiempos históricos acoplados y mandando desde los Ejecutivos
continentales. Es verdad que la ecuación trabajo-productividad americana está
en crisis debido a esa “división internacional del trabajo” cual podemos
conocer y reconocer con las crisis económicas actuales pero, al tiempo, debemos
reconocer que los centros decisorios internacionales han colocado a las
sociedades americanas como “factores humanos” de desperdicio vista la “nueva
política Obama” (JVR dixit).
En esos escenarios, nos preguntamos ¿cuáles serán las
propuestas de esos neo-sectores-sociales-católicos-empresariales en el diálogo
que sostendrán con el Gobierno Bolivariano?
Permítasenos unas referencias. El diario
católico-monárquico-español, ABC, se convirtió, internacionalmente, en el
“vocero del vencedor Capriles Radonski”. ¿Por qué? Decía un “santo varón” que el “diablo” es como un perro atado a una
cadena; pues seamos prudentes cuando le demos de comer al “diablo”.