Te
conozco bien porque te veo todos los días: Estás en mi familia, en mi trabajo, en
la plaza, en el mercado… Normal, la última vez que nos contamos alcanzaron el
37% de los votos válidos, que no es poca cosa. Sin embargo, durante años te han
hecho creer que formas parte de una mayoría virtual, aunque no sea cierto. Por
eso son buenas las elecciones, para volver a contarnos cada cierto tiempo y
reconfirmar la voluntad de la verdadera mayoría.
Conozco
las “razones” o más bien las emociones, de tu furibundo antichavismo. He visto
el desprecio, la rabia y hasta el odio visceral, que te produce la sola imagen
del Presidente. Te he escuchado maldecirlo, insultarlo y hasta desearle la
muerte. Te he visto alegrarte con su enfermedad y lamentar su recuperación. Te
he oído despotricar de todas sus decisiones y rechazar automáticamente todo lo
que te huela a Gobierno. Te he escuchado quejarse de que Chávez habla demasiado,
pero hace años decidiste no volver a escucharlo.
Está
bien, no es monedita de oro. Pero aunque no te guste ni un poquito es el Presidente
de tu país. Sus decisiones te tocan directa o indirectamente, por lo que deberían
importarte. Sin embargo, tú escogiste informarte de mala fuente: a través de rumores
y chismes de tus amigos opositores, a través de información tergiversada televisada
o impresa, antes que hacerlo de primera mano. Esa es tu decisión y aunque te
ahorraría muchos disgustos nadie puede obligarte a escucharlo o leer sus
declaraciones en contexto, ni que hagas el esfuerzo de estar mejor informado,
ni que intentes corroborar lo que escuchas o lees.
Tu
problema es que cuando aceptaste conformarte con una sola versión de los hechos
comenzaste a renunciar, sin darte cuenta, a ser ciudadano. Discúlpame la
franqueza, pero no se puede ser ciudadano y rebaño al mismo tiempo. Y cuando uno
vive en sociedad y deja de ser ciudadano, delega el entendimiento de los
fenómenos políticos, delega la soberanía mental, entrega su propia
independencia. Y de allí a entregar la Independencia de su país “hay un camino” bien
cortico. Finalmente, incapaz de razonar políticamente, de dialogar con
argumentos, terminaste siendo presa de los perros de la política.
Sé
que estás convencido de que “ese señor” llegó a la presidencia por culpa de los
errores de la 4ta. República y que se ha mantenido tanto tiempo a causa de los
errores de la misma oposición. Déjame recordarte que mientras tú sientes que
tienes que “calártelo” como si estuviera allí solamente para hacerte infeliz a
ti, varios millones de venezolanos agradecen todos los días por tener el
Presidente que tienen.
Sé
que nunca te sentiste más optimista que ahora. Por primera vez sientes que
ahora sí hay un camino para salir de Chávez, crees que estás a punto de despertar
de una larga pesadilla. Pese a lo que dicen todas las encuestas de algún
prestigio, te has dejado convencer de que esta vez no puedes perder. No
quisiera cuestionar tus emociones ni sabotear tu esperanza. Estoy seguro que
después del 7 de octubre podrás comprender mejor lo que voy a decirte, pero por
favor escucha esto…
Esa
transfusión de “esperanza” artificial te está distorsionando la percepción, te obnubila
la conciencia, te bloquea el razonamiento y peor aún te impide ver el riesgo
que trae consigo cuando traten de hacerte creer que ustedes ganaron pero hubo
un horrendo fraude orquestado por el rrrrrégimen.
Comprendo
que es prácticamente imposible mostrar a alguien los defectos del ser de quien
se ha enamorado. Víctimas de Cupido, la
mayoría de los enamorados ven lo que quiere ver, se resisten a ver lo que no
quieren y sólo desean escuchar las bondades de su objeto amado. Lo trágico, en
este caso, es que tu Cupido habla inglés y a través de todos los medios a su
servicio lleva años disparando flechas envenenadas que en lugar de amor hacen
florecer el odio.
Te
han manipulado con una idea distorsionada de democracia. Te han dicho que se ésta
se trata de ser libres para pensar, para hablar y expresar “tus” ideas por
cualquier medio. Pero se hacen los locos con la parte difícil de la democracia.
Eso que llaman “tolerancia”. Eso que nos permite convivir en sociedad a pesar
de las diferencias, que es una de las condiciones para que siga existiendo
democracia y, sobre todo, para que haya paz.
Amigo
opositor, podemos estar en desacuerdo en muchas cosas, pero estoy seguro de que
al igual que yo, tú también quieres que en Venezuela haya paz. Es cierto que
algunos opositores fanáticos han llegado a invocar que nos invadan los marines;
que el alcohol corra primero por las venas para que después la sangre corra por
las calles; que aquí lo que hace falta para salir de Chávez son unos cuantos
muertos en alguna manifestación. Es verdad que algunos han contratado francotiradores
y paramilitares; es verdad que en este instante muchos le imploran a Dios o al
diablo que antes del 7 de octubre termine de ocurrir ese bendito evento
catastrófico que cambie la conciencia de los indecisos, pero estoy seguro que
tú, siendo una persona sensata, no estás de acuerdo con esos… ¿excesos?
Y
estoy seguro de eso porque nadie en su sano juicio puede desear que falte la
paz en el lugar donde vive, sonde viven sus padres, donde viven sus hijos,
donde viven sus seres queridos. Habría que ser muy imbécil o estar psicológicamente
muy enfermo para desear algo diferente a la paz. A menos que de verdad no nos importe
un comino este país y tengamos la posibilidad de irnos en cualquier momento con
toda nuestra familia al extranjero.
El
día del simulacro del CNE escuché a tres señoras conversando. Acababa de pasar
un grupo de motorizados con banderas, franelas y gorras rojas y en un arrebato
de franqueza una de ellas, comentó: “…No
los sopoooorto, es algo más fuerte que yo, pero cuando los veo lo que me
provoca es entrarle a patadas”. Acto seguido, en tono de quien no mata una
mosca, agrega: “les juro que yo no soy
así, yo soy la persona más pacííííífica del mundo, pero cuando veo esa gente no
sé qué me pasa”.
Le
respondí en mi mente: yo sí sé lo que le
pasa señora, esa enfermedad que Ud. padece se llama sobredosis de Globovisión.
También podría ser de El Universal, de Tal Cual, de El Nuevo País o todos los
anteriores. En fin… sobredosis de realidad virtual distorsionada. Sobredosis de
odio inoculado. Te sonará exagerado, pero lo que esa señora padece es la fase
terminal de una operación de guerra psicológica dirigida contra Chávez pero,
sobre todo, contra la Independencia
Nacional, que ya tiene más de una década de bombardeos sistemáticos.
En
contraste con el comentario de esa pobre señora, que en el fondo es una víctima
de la guerra que el Imperio nos ha declarado, quiero contarte una pequeña
anécdota, que le escuche a un amigo militar. Su hijo de 22 años le preguntó
recientemente: -¿Papá por qué tú eres tan
chavista si el gobierno a ti no te ha dado ni siquiera una casa? -Mira hijo, es vedad que el Gobierno no me
ha dado casa y gracias a Dios tuve la oportunidad de comprármela yo mismo; pero
¿sabes una cosa? Yo he visto entregar cientos de casas a gente que de otro modo
jamás habría podido tenerla y eso me hace inmensamente feliz.
Esa
respuesta me hizo recordar al “loco” Simón Rodríguez, cuando decía: Piensa en todos para que todos piensen en tí.
Allí está la clave del país que estamos construyendo. Desde esa altura no se ve
por ningún lado “el camino” de la oposición venezolana, porque hace rato que se
fue por un abismo: El abismo de la dictadura neoliberal que está arrasando
Europa. El abismo del que los venezolanos nos hemos salvado, precisamente,
gracias a Hugo Chávez.
Lo último que quiero pedirte, aunque te suene feo, es que te prepares para perder el próximo 7 de octubre. No es que yo sea adivino, pero es claro que perderán por las mismas razones que han perdido todas las elecciones presidenciales desde hace 14 años. ¿Quieres saber por qué? Porque sus líderes son egoístas, porque su camino es groseramente capitalista y porque, pese a todos los esfuerzos de ese diabólico Cupido, no son mayoría.