Miguel Ángel del Pozo
Las realidades revolucionarias son procesos álgidos,
difíciles, imprevistos, incómodos, en ocasiones, alienantes, progresivos en
contradicciones permanentes, de presentes y futuros, utópicos, en ocasiones,
desilusionantes pero, históricamente, obligantes. Hemos descrito algunos de las
variables que existen y se presentan en toda revolución porque conversar sobre
“lo positivo” es alegre, motivante, estimulante, en ocasiones, prepotente. Toda
revolución tiene sus propios paradigmas inalienables, históricos, telúricos,
culturales, sico-sociales, antropológicos y circunstanciales. Podríamos, como
simple referencia, nombrar las realidades de la Revolución Bolchevique, antes,
durante y después de sus procesos históricos rusos para ello, sencillamente,
nos podríamos trasladar a los escritos de Edward H. Carr sobre el tema; por
ejemplo, nos podríamos preguntar cómo se hubiera desarrollado la Revolución
Bolchevique sí Vladimir Ilich Lenin no hubiera caminado hacia “lo eterno”. Cómo
se hubiera desarrollado el proceso bolchevique sí en vez de ser sustituido Lenin
por Joseph Stalin lo hubiera sido por León Trotski. Cómo hubiera sido el
desarrollo gubernamental bolchevique sí Adolf Hitler no hubiera accedido al
poder alemán (dejemos la “Guerra Fría” para “endespués”, en buen
castellano-castellano). Ahora vayamos a la Revolución china. Todos y todas
conocemos que dicha revolución se expresó en unas muy diferentes etapas, que
alcanzó el poder por los medios de una guerra civil pero que, previamente, lo
dramático social se expuso en su más trágica expresión sico-social.
Permítasenos algunas “anécdotas históricas”. Conocemos de la influencia de la
Revolución Bolchevique en el proceso de “cambios profundos” chinos post-4 de
mayo-1919. Pero debemos precisar que tales influencias tuvieron dos (2) etapas
fundamentales: la de los contenidos revolucionarios propuestos y alcanzados por
la Revolución Bolchevique que influyeron en una intelectualidad china motivada
por “cambios profundos”; es decir, los derechos fundamentales de los
obrero-campesinos expresados y sustentados por la Revolución Bolchevique; en
segundo término, la objetiva influencia de las decisiones de Joseph Stalin a la
3ra. Internacional trasladadas a la constitución del Partido Comunista Chino
desde el 21 de julio (1921), fecha de la fundación del partido comunista chino
hasta las fechas de la “Comuna de Cantón” (14-diciembre-1927). La primera etapa
cual podríamos calificarla como el proceso
neonato hacia la fundación del PCCh. La segunda etapa la de la imposición
de la revolución sustentada en la unidad popular de las fuerzas nacionalistas,
de izquierda, anti-imperialistas, anti-feudales (según las tesis discutidas por
Lenin y Roy sobre la revolución en las colonias). Gracias y en consecuencia de
la segunda decisión, la burguesía nacional apoyada por las “14 Potencias
Extranjeras”, no solo socavaron las fundaciones del Frente Unido sino que
actuaron a “sangre y fuego” en Shangahi (al mejor estilo de Pinochet, salvando
los tiempos históricos). Por esa realidad, surgió “el líder” (el hunanés, Mao
Zedong) que llevaría a la revolución china al gobierno (nos vamos a permitir
proponer una comparación histórica –no un paralelismo histórico-. La “Masacre
de Shanghai”, en su estudio, podría tener similitudes con el denominado como
“Caracazo”). Mao Zedong, conocedor de la siquis de su pueblo, actuó
estratégicamente retirándose, temporalmente, de las desventajas
político-militares proponiendo la “Gran Marcha” que le permitió concentrar el
poder político, militar, cultural e ideológico en la base de Shanxi produciendo
la tesis de las contradicciones de las fortalezas y las debilidades. En
palabras más sencillas, lo que tratamos de exponer es que cada revolución tiene
no solo sus propios tiempos históricos sino sus propias realidades de todo
orden y pensamiento. La Revolución Bolivariana es diferente a todas las
anteriores, incluso, en sus praxis de los cambios profundos estructurales del
Estado burgués hacia el Estado Socialista y Comunitario.
Comencemos por el líder de la Revolución Bolivariana,
Hugo Rafael Chávez Frías., el Comandante. Chávez Frías es,
permítasenos, un venezolano de provincia, Barinas. Antropológicamente, comulgan
en su persona la realidad histórico-cultural venezolana. Es miembro de la
herencia de la Independencia como militar-oficial. Tiene una calidad humana que
se expresa en la sencillez de su lenguaje gracias a la maduración intelectual
por estudios personales en permanente reflexión. Así lo expresa y expone, casi
continuamente, José Vicente Rangel en diferentes foros. Nos preguntamos ¿es
Chávez Frías un fenómeno histórico de esos personajes que Dios nos permite
disfrutar en nuestros tiempos terrenal-históricos cada 200 años? La respuesta
es variada e ideológica según se pertenezca al subconjunto de los tirios y/o al
subconjunto de los troyanos. En ese contexto podríamos inquirirnos ¿Por qué de
tanto rechazo sicológico desde el subconjunto de los troyanos? Acá entra el
tema filosófico-cultural que trataremos de proponer en ideas.
Cuando Chávez Frías expresa que “el pueblo es Chávez”
está exponiendo una verdad profunda. Rechazamos de plano cualquier comentario
sobre una “supuesta soberbia-vanidad” en el contenido de esa frase porque nos
quedaríamos en lo sico-social-alienante de las argumentaciones de las derechas
burguesas criollas. Es una frase con contenido histórico-ideológico no solo por
nuestro argumento anterior descrito sobre lo telúrico de la personalidad en
Chávez Frías sino porque representaría la propia esencial del concepto
“chavismo” como propuesta político-filosófica a desarrollar. Nos dice Slavoj
Zizik (y otros en el texto: “Lenín reactivado”. Madrid. Akal, 2010, pág. 7) que
“…Lenín…se vió obligado a reinventar el
marxismo…” (cursivas de los autores). Ello nos obliga a preguntarnos sí el “chavismo” ha contribuido a repensar
(además de históricamente rescatar) al marxismo. En caso afirmativo, ello nos
obligaría a caminar por varios caminos obligados y empedrados. En primer lugar,
realizar un estudio multidisciplinario de los discursos de Chávez Frías que nos
permitan, en consonancia con la Historia y las realidades
antropológico-religiosas de Venezuela, sustraer los contenidos
filosófico-político-social-histórico-cultural expuestos por el Comandante pero
evitando, a todas luces, “la idolatría” que, generalmente, se presentan en
estos particulares casos históricos. Es decir, como dice Chávez Frías con
respecto a Simón Bolívar, es conocer “la verdad de El Libertador” en todo su
contexto personal e histórico. Nada de personalismos rampantes
pequeño-burgués-alienantes, filosóficamente, capitalista.
Lo anterior lo exponemos por las realidades objetivas
presentes. El Comandante propuso y así lo aceptamos que en caso de elecciones su
candidato y el nuestro es Nicolás Maduro Moros como continuador del proceso
revolucionario en el proceso, evidente, de su recuperación post-operatoria. Los
tiempos nos enseñaran como debemos caminar y seguir caminando por los caminos
de la Revolución Bolivariana pero, al tiempo, debemos ser objetivos ante las
amenazas nacionales e internacionales que se circunscriben alrededor de la
Revolución Bolivariana y, por tanto, sobre Venezuela. Prever, como ya lo han
expresado tanto Diosdado Cabello como Nicolás Maduro, escenarios posibles
constitucionales no obsta para asumir realidades en escenas hipotéticas lo
importante, consideramos, es el “chavismo” como tesis revolucionaria para la
“Patria Grande”.