El
capital-comunicación se impone organizando el tráfico del tiempo libre, el
mercado del gusto y el consumo en todas sus formas; estimulando el consumo de
la materialidad que articula la solución del deseo e interviniendo todas las
destrezas de la existencia humana; cruzando al cuerpo y la corporeidad
deseante. Organizando, diría Foucault, «el uso de los placeres»;
desterritorializando el cuerpo político y su potencia; disolviéndolo en una
nueva forma de existir en relación con la máquina.
Pero los cambios se operan a tal velocidad que dejan zonas inconclusas, “imperfectas”, inacabadas, obsoletas o producciones incompletas y débiles. Vacíos desérticos, lugares marginales fuera del alcance de la lógica del capital. Todo ello convertido en anomalías que deben ser corregidas y recuperadas, capturadas en la ortopedia del dispositivo dominante. Casi siempre lo logran… Casi siempre.
Tales
aceleraciones del espacio-tiempo de dicho dispositivo van imponiendo, por
impregnación, un régimen de sentido en la producción de la vida material. «Es
la Razón Instrumental colonizando el mundo de la vida», diría Weber. Pero a su
vez, como movimiento inverso de resistencia o de recambio, siempre se producen
desprendimientos o desafiliaciones. Movimiento de movimientos indeseados por el
capital que se aseguran zonas completas afectadas por asimetrías, que también
se expresan en la irrupción de nuevos actores y nuevos sujetos que pretenden
intervenir de una nueva forma. Ese mundo que viene ya está aquí y agudiza la
crisis del valor, a la vez que radicaliza los movimientos que luchan por
conservar algún rasgo de identidad, como referente simbólico último, desde
donde fundarse.
Lo que
queremos decir es que el capital, en su nueva estrategia, hace de la
producción, la circulación y el consumo de información, espacio en y del
cuerpo. Lugar último de la circulación en tanto que estrategia de unificación
del capital en su reproducción. El éxito de esta unificación es también medida
de la riqueza social acumulada como totalidad del control y el dominio.
En
contradicción con tal movimiento de la producción del capital, se sitúan lo
nacional y otros elementos sueltos como las migraciones, las nacionalidades y
las nuevas ciudadanías nómadas. Actúan como una exterioridad anómala que hay
que engullir y succionar en este torbellino. Ahora bien, aunque estas
contradicciones sigan siendo tensiones al interior de una misma lógica, es
interesante situarse dentro de las mismas, pues ellas presentan momentos y
oportunidades de ruptura, a partir de las líneas de fuga que se expresan en
cada articulación de un vasto dispositivo aun en construcción, que está siendo
desafiado por millones de seres humanos que para ello cuentan sólo con su vida.
Hoy como
nunca, los movimientos sociales emancipatorios se preguntan sobre el sujeto y
su subjetividad, y se plantean la construcción de dispositivos de disputa, para,
en distintas territorialidades, dar la lucha por los sueños, las fantasías y
los imaginarios ante el imperio del gobierno del capital. Desde allí podemos
cavar trincheras, entre el futuro y la esperanza, con la herramienta de la
voluntad y con la brújula del pensamiento, para organizar expediciones, iniciar
la búsqueda de subjetividades como materia ígnea del cambio y de la vida en
tanto que campo de problemas o de afectación del mundo. Ir haciendo en la
refriega, campos minados de contradicciones que activen el ejercicio del
pensar-crear-resistir, bolsones de resistencia del sujeto y de la subjetividad
liberada. Ir ensayando pasiones alegres que afecten el cuerpo sensible y
social, cuerpo que canta sobre la poesía y los seres humanos, sobre el oído y
la música, porque ya hemos hablado mucho de que cambiar de mundo es cambiar de
cuerpo.
Juan Barreto Cipriani