Miguel Ángel del Pozo
El Presidente de la República Popular China, Hu Jintao, y
el Secretario General del Partido Comunista Chino (PCCh), Xi Jinping, han
expresado sus preocupaciones, el primero, y sus líneas de trabajo, el segundo,
cuando de corrupción en China se trata pues la misma pone en peligro las
estructuras del Estado socialista chino con características chinas. La
corrupción se expresa y se presenta en un estado socialista de diferentes
maneras como también se expone en el estado capitalista burgués por tanto son
diferentes las formas jurídicas (superestructurales) como ambos estados
enfrentan esa realidad inobjetable (¿impresa en ambos sistemas?); es decir, la
empresa privada, por ejemplo, incursa en corrupción en uno y otro estado y se
comporta en forma diferente lo que no significa que la inmoralidad y amoralidad
de los sujetos involucrados en actos de corrupción, en última instancia, sean
diferente pues el acto, per se, se expresa, igualmente, en sus objetivos
finales que es el aburguesamiento de los cuadros políticos y líderes de la
economía por debilidades de conciencia en unos casos cristiana (el estado
capitalista-burgués en su sustentación ideológica es, fundamentalmente, de
carácter religioso: cristiano, budista, islamista, etc.), en otros de
conciencia teológica-revolucionaria-socialista-humanista, es decir,
antropológico-teológica.
Probable que las preocupaciones de ambos líderes chinos arriba
referidos se pudieran sustentar en las experiencias históricas conocidas y
analizadas en cuanto las razones principales por las cuales el Presidente
Chiangn Kaishek perdiera la “Guerra Civil” china (1947-1949) cuando la
corrupción “galopó” en los estamentos civiles y militares “guomintantistas” gracias
a las dádivas que, en objeto de ayuda, provenían de los EEUU de América. Varios
fueron los efectos que esa corrupción impactó en la vida cotidiana de aquella
China de Gobierno nacionalista, como bien lo expresó José Miguel Ferrer como
Encargado de Negocios de Venezuela ante el Gobierno nacionalista en sus
informes, como serían la inflación galopante, la prostitución, el tráfico y
consumo de estupefacientes, la corrupción aduanal, financiera y comercial, la
extracción de moneda fuerte hacia el exterior, y la compra y venta de
conciencias. Entre los casos más conocidos estaría el del general Cheng Chen,
la familia Soong, las mafias blanca y verde, y los generales-señores de la
guerra que aún perduraban como “caudillos regionales”. Ante tal situación,
Chiang Kaishek, ordenó el traslado del “oro chino” de las arcas gubernamentales
hacia la isla de Taiwan donde iba a constituir su gobierno en el exilio; para
ello le ordenó a uno de sus más fieles generales que se responsabilizara del
transporte de dicho cargamento de oro hacia Taibei, como futura capital del
Gobierno nacionalista. Dicho general decidió enviar el cargamento de oro a
Suiza a su cuenta bancaria personal. Cuando Chiang Kaishek entró en
conocimiento de la decisión personal del susodicho general, conversó en
privado, le puso una sólida y contundente solución sobre la mesa que fue
imposible de rechazar por el general ladrón y corrupto. El oro chino regresó a
Taibei y el general fue puesto en “casa por cárcel” hasta su fallecimiento en
fechas no tan lejanas a las actuales.
La dirigencia china del PCCh ha aprendido de esa lección
de corrupción. Ha aprendido que las decisiones al más alto nivel no se “deciden después” porque se pierde el
poder, el gobierno, la revolución nacionalista, socialista y humanista, se
pierde la “temporalidad histórica”. Es por ello que han decidido actuar
con la contundencia y la prudencia de cada caso por que lo que estaría en el
“filo de la navaja” sería la estabilidad social, económica y militar de China
vista las realidades actuales de la “nueva política Obama” (JVR dixit)
aún después que Barack Obama dejare de ser Presidente de los EEUU de América.
Queda una muy interesante pregunta en el aire. ¿Por qué
la corrupción en su relación con el estado burgués capitalista no alcanza la
desestabilización del Estado como sí la impone en el Estado
socialista-revolucionario en sus procesos de “cambios profundos”? Es sencillo y
el Comandante Chávez Frías lo ha expresado una y mil veces cuando nos educa
diciéndonos que la corrupción es innata al sistema capitalista, así de simple.
Por tanto quedaría por preguntarnos ¿Por qué algunos de los cuadros socialistas
se corrompen? Evidente que tendríamos una primera razón que sería su debilidad
de conciencia revolucionaria; pero ¿Qué significa ello? Es decir, ¿Qué
significa que la conciencia de un revolucionario “se amelcoche”?
Definitivamente, consideramos, son dos variables reales: el dinero y el poder. Ambas variables, por separado, de por sí,
realizan en las débiles conciencias, capitalistas y revolucionarias, acciones
que irrumpen en la “moralidad natural” individual alcanzando accionares
personales de anti-ética en perfecta unidad con la corrupción como, por
ejemplo, en los políticos como bien lo ha expresado, entre otros, Nicola
Macchiavello con lo cual se alcanza los desfavores de las sociedades subsumidas
por liderazgos débiles. En el caso de China, la tradición expresa que cuando
los gobernantes son corruptos, pierden los favores del Cielo y el Cielo los
castiga con “miles de males naturales” como ha ocurrido con cada una de las
dinastías que han perdido los “favores celestiales”. En el caso de los
capitalistas, cualesquiera ellos sean y se manifiesten, sean de Estados
capitalistas, sean de Estados en cambios profundos de transición al socialismo,
la pregunta que en todas las oportunidades se expresa sería ¿sí ellos, los
capitalistas, están corrompidos y/o corrompen? Es preciso exponer que ni todos
los políticos son corruptos en su gran mayoría, ni todos los capitalistas caen
en la tentación del “pecado de corrupción”, también, en su gran mayoría; lo
expresamos para evitar una “caza de brujas” y/o “macartismo socialista”.
En ese orden, debemos preguntarnos ¿quiénes son más
culpables los que proponen y/o los que aceptan acercarse a la corrupción y caer
en ella que es lo fundamental? Es evidente que tanto en el sistema capitalista
como en procesos de cambios profundos se expresan escenarios de corrupción;
verdades comprobables históricamente pero lo que sería fundamental es que “el
líder”, a diferencia de Chiang Kaishek, asuma sus contornos y actúe con la
dignidad que le imprime su cargo y sus responsabilidades pero sin atropellar
pero sin vacilar.