Por Raul Domador
Querida
y entrañable Dalia, madre, hermana, amiga, camarada; hace unos días asistimos a
tu siembra. Partiste de este mundo dejando un hondo pesar en todos nosotros,
pero también, una huella imborrable en nuestros corazones, huella que día a día
se purificaba en el crisol de la lucha constante por un mundo de iguales. Ese
era tu sueño, y es un compromiso de los que aquí quedamos seguir la lucha que
consolide ese sueño que también compartimos contigo.
Tu camino a la
inmortalidad ya lo has iniciado, pues como dijera el cantor del pueblo, el del
canto necesario, el gran Ali Primera. “Los que mueren por la vida no pueden
llamarse muertos”.
Dejaste al
partir de aquí, en nosotros gran congoja
Y cayeron
nuestras lágrimas, como de un árbol sus hojas
Eres como un
jardín que sus perfumes arroja
Pues tu nombre
flores son Dalia Margarita Rojas
¡¡HASTA SIEMPRE CAMARADA!!