La
prensa derechista de Paraguay, acompañada de medios conservadores de
Venezuela y de otros países como las cadenas televisivas de noticias CNN
y BBC, ha iniciado una campaña para sembrar la idea de que el gobierno
venezolano quiso sobornar a los parlamentarios de Paraguay con el
fin de que votaran a favor de su ingreso al MercosurEl diario caraqueño El Universal, por ejemplo, titula este
domingo 7 de julio, de una manera sinuosa, como si no fuera su opinión,
que “Vinculan a Venezuela con soborno a Paraguay”. El diario repite lo
que indican medios paraguayos como el ultraderechista ABCColor, según el cual el artífice del negociado habría sido el embajador venezolano en Asunción, Maximilen Sánchez Arveláiz.
El valor moral de esa denuncia pierde toda credibilidad cuando la
dicen empresas y medios que manejan presupuestos especiales para comprar
voluntades y conciencias, sean funcionarios o parlamentarios, en
Paraguay y en cualquier país de este planeta.
Además, la versión podría deformar la correcta comprensión del bloque
sureño como mecanismo comercial, útil para la economía venezolana en su
escala actual, pero sin méritos integracionistas o americanistas, que
no fueron ni son sus propósitos, ni caben en su estructura y
funcionamiento.
Una de las sorpresas de la campaña anti venezolana, es que el primer
contacto para la compra de votos en el parlamento paraguayo, habría sido
el ex general y senador Lino Oviedo, un hombre conocido como golpista y
stronista convicto, anti bolivariano y enemigo declarado del gobierno
venezolano.
El viernes pasado, en el discurso de cierrre del Encuentro del Foro
de San Pablo, el presidente Hugo Chávez respondió: “Nos pedían dinero a
nosotros para permitirnos entrar al Mercosur… Son unas mafias de verdad,
unas verdaderas mafias pidiendo dinero”, espetó el Presidente en cadena
nacional”, según registro de AVN.
El precio del Mercosur
Un pensamiento binario, simplón y superficial podría llegar a la
conclusión de que el Mercosur es una suerte de paradigma comercial “de
izquierda”, sólo porque un grupo de Senadores y diputados del Congreso
paraguayo, todos de la más grosera derecha de ese país, mantuvieron
bloqueado por 5 años el ingreso de la República Bolivariana al bloque
comercial del Cono sur.
El Mercosur nació y será un espacio de negocios para grandes empresas
locales, multinacionales y cuando pueden, para pequeñas y medianas con
ahorro propio y alguna ayuda del Estado. No es un bloque de propósitos
solidarios, como el ALBA-TCP, ni siquiera de carácter compensatorio como
la ALADI. En 1995, siendo corresponsal especializado en Mercosur, le
pregunté en Montevideo al Secretario de Comercio de Canadá ¿qué era para
el Mercosur? Y me dijo esto: “Nuestro mejor negocio externo en muchos
años” (Reportajes sobre América latina, M.E. Guerrero, 2006).
En la realidad, el Mercosur resultó un poco más que un “negocio”,
pues ha cumplido roles diplomáticos de contención en algunas
oportunidades. Una de ellas, fue, no por casualidad, en 1995 y 1997,
contra el general Lino Oviedo, que puso en vilo a los gobiernos del
bloque con dos intentos golpistas en Asunción. Pero ese rol democrátrico
momentáneo no invalida la definión esencial del Mercosur como un
espacio de negocios para empresas y Estados.
Mercosur es capitalismo puro, aunque desde los gobiernos de Lula y
los Kirchner, adoptó un tinte neodesarrollista, con elementos defensivos
ante las economías imperialistas y los entes financieros. Una expresión
de esa actitud defensiva son las transacciones sin dólar entre
Argentina y Brasil. Pero no mucho más.
El Mercosur es lo contrario al ALBA. En su seno conviven ramas de
economía nacionalizada, con perversiones de la peor especie neoliberal.
La primera perversión es el control multinacional sobre las principales
ramas productivas (autos, acero, plástico, juguetes, alimentación,
inversiones).
La otra perversiòn es la maquila paraguaya, que junto a la
tercerización masiva de los trabajadores del bloque, incrementaron la
tasa de explotación obrera en las empresas del bloque, reduciendo su
capacidad de defensa como clase. Los piqueteros argentinos son apenas,
una muestra triste. De ese brutal sistema de explotación del trabajo se
benefician los capitalistas medianos y grandes de Brasil, Argentina y
Thaylandia.
Las apariencias de la polémica contra Venezuela podrán vestir de
progresista al Mercosur, y en alguna medida asume ese rol en el terreno
diplomático, sobre todo cuando parlamentarios profundamente
reaccionarios de Paraguay y Brasil rechazaron la presencia de Venezuela
por “comunista” o cosas similares.
Dentro de Argentina y Uruguay también existen parlamentarios
adversos, que además de campañas han promovido declaraciones
institucionales desde las Cámaras de Diputado, contra la presencia
bolivariana en el bloque del sur. Por suerte son minorías en Buenos
Aires y Montevideo. Los senadores de Brasil negaron su voto favorable a
Venezuela hasta el año 2010, y también se pusieron un precio en la
frente. Nadie olvida la invectiva de “loros del imperio”, lanzada por el
presidente Hugo Chávez, contra ellos en 2005.
Detrás de esta sólida posición adversa al legítimo derecho de
Venezuela a pertenecer al bloque comercial sureño, opera una combinación
de tres tipos de intereses. El primero es que la derecha paraguaya usa
ese voto “internacional” para sumar poder local, en la composición
interna de fuerzas contra un Lugo desvalido por su negativa a construir
una base social militante para enfrentar la hegemonía tradicional del
Partido Colorado, además del Partido Patria Querida, de la UNACE y de la
jefatura del Partido Liberal. La segunda motivación es ideológica:
sumar aliento a la demonización internacional del gobierno de Hugo
Chávez. El tercer interés es más simple: Quieren más dólares por cada
voto.
Paraguay importa desde Venezuela no más que el 5,2% del total
importado del mundo, y en equivalencia no le exporta a Venezuela más que
el 4,2% del total de sus envíos externos. O sea, nada. ¿Cómo se explica
que el precio unitario por voto sea casi el doble, cuando la relación
comercial y de inversiones entre Venezuela y Brasil adquirió carácter
estratégico desde 1999?
No hay nada de que asombrarse. Aquella particular manera de
chantajear a Caracas con el precio del voto, a cambio del ingreso al
Mercosur, es la lógica de conducta de esa clase social en cualquier
institución privada o pública del mundo.
La “corrupción administrativa” es su producto más popular desde
finales del siglo XIX. Más de una década de experiencia periodística en
los intersticios del Mercosur me permitió conocer ese modus operandi, como lo cuento en el libro Mercosur: Origen, Evolución y Perspectivas, editado por Vadel Hnos. en 2005 en Caracas.
Cuánto cuesta un senador paraguayo
A mediados del año 2010, los jefes de bloques y Comisiones del Senado
de Paraguay, habían solicitado al Estado venezolano una suma de 70.000
dólares por voto. Escaló a los 200.000 por cabeza por varias razones.
Esa suma, multiplicada por 64 diputados y senadores participates,
constituía un escándalo.
La propia prensa de Paraguay se encargó de develar la sórdina negociación. El 21 de diciembre de 2011, el boletín Somos Mercosur,
especializado en el tema, informó sobre algunos de los cocineros que
guisaron la coima (mordida, comisión, canongia). Julio Velázquez, un
Senador colorado enemigo de Chávez, advirtió con sorprendente seriedad a
Juan Carlos Galaverna, otro Senador colorado igualmente enemigo, que
debía probar “…la existencia de incentivos económicos de unos 200.000
dólares para que el Congreso apoye el ingreso de Venezuela al Mercosur” (http://www.somosmercosur.net/general/el-ingreso-de-venezuela-al-mercosur)
Este lío entre colorados escondía dos realidades: la diferencia entre
ambos es de pocentajes y hacerlo público era la mejor manera de
presionar por uno más justo; al mismo tiempo fue un ajuste interno de
cuentas contra una fracción del Partido Colorado llamada Frente para la Victoria, que hace pocas semanas había manifestado intenciones de votar a favor del ingreso de Venezuela.
A nadie debería sorpenderle que los parlamentarios paraguayos, como
antes los brasileños, hayan puesto precio de mercado a su voto. También
sabemos que algunos de ellos se negaron a concederlo por razones
ideológicas contra lo que se hace en Venezuela.
Tampoco es una revelación histórica que los Estados suelen acudir a
negociaciones discretas de este tipo, para desbloquear decisiones
importantes en organismos internacionales o parlamentos.
Eso no es lo decisivo. Es parte del costo pragmático de administrar
Estados. Lo importante de la relación de Venezuela con el Mercosur, es
la trama de intereses imperiales y capitalistas detrás de las
negociaciones, sean aranceles, inversiones o votos.
En todo caso, de algo no quedó duda, un grupo de senadores paraguayos
le puso precio móvil a su voto. Al no obtenerlo, optaron por la campaña
contra el gobierno bolivariano y cuando pudieron, también por el golpe
institucional contra el ex presidente Fernando Lugo.