AMÉRICA LATINA ¿QUÉ
HACER?
Miguel Ángel del Pozo
Al
historiar las independencias de Venezuela y de las 13 provincias del norte de
América, actualmente denominadas, conjuntamente con la expansión territorial,
como la “Conquista del Oeste”, es
decir, los EEUU de América, percibimos una diferencia en las razones que
sustentaron ambos procesos independentistas desarrollados a ambos lados del
Caribe, procesos históricos que aún no ha sido discutido en los círculos de los
historiadores criollos mucho menos en los círculos de los neo-marxistas estadounidenses
si consideramos que dicha corriente actual neo-marxista yanqui está
desarrollándose con pasos importantes y de carácter agigantados.
Según
el texto: “The rough guide History of the
USA” (Greg Ward. Penguin Books. London, 2003, pp. 418) la “East India Company”, en estado
financiero “quebrada”, impulsó la
“Tea Act” (1773) con el soporte institucional del Gobernador Hutchinson
(Massachusetts) lo que permitiría el desembarco de valijas de té importado que
afectarían, directamente, al mercado del té en las colonias de la colonia
británica del norte de América controlado por el sub-conjunto conformado por “contrabandistas y comerciantes” colonos
(Idem, pp. 68-70). En 1774, por “real decreto” de George III, se aprobó el “Coercive Act” que obliga a “…close
Boston´s port until tea duties are paid and the East India Company is
compensated…” [“…cerrar el puerto de
Boston hasta que los impuestos por [importación de] té sean cancelados y la Compañía de las Indias Orientales sea
compensada [por sus pérdidas]…]
(Ibidem, pág. 69). Sigamos. El Acta de la Independencia de los EEUU de América,
según el texto referido, reza que “…Although in early 1776 some delegates still
hoped for reconciliation with Britain, and even George Washington opposed
secession…” [“…Aunque en 1776 algunos
delegados aún tenían la esperanza de la reconciliación con [Gran] Bretaña, e
inclusive George Washington se oponía a la secesión…] (Idem, pág.
77). Hasta acá; ahora refirámonos a Venezuela.
Reconocemos
por ética de historiador que no somos especialistas en Historia de Venezuela
más allá de lo normal conocido. En ese orden, sugerimos consultar con
especialistas como Luis Pellicer, Ramón Chacón, Pedro Calzadilla, Ramón
Aizpurúa Aguirre, Inés Quintero, por nombrar algunos de ellos. Pero lo que
tratamos de rescatar son las razones que sustentaron el proceso histórico que,
cumpliendo con los pasos requeridos, llevó a Venezuela de lo legislativo a la
guerra de la Independencia. Es decir, sin buscar disminuir los razonamientos
que llevaron a los masones de las 7 de las 13 colonias (según el propio texto
de la Declaración de Independencia) a declarar su Independencia como colonia
británica por evidente derecho, las bases que sustentaron las decisiones de los
patriotas criollos a declarar su Independencia de la Corona borbónica francesa
cuando ocupaba los tronos de los herederos de los Reyes Católicos fueron, fundamental
y profundamente, diferentes y ello ha marcado el inconsciente colectivo en
ambas sociedades en sus desarrollos como Estado-nación.
En
ese contexto, sí nos atrevemos a caminar en las rutas de la Historia de América
(nos referimos a todo el continente desde Bering hasta Magallanes), es decir, sí
nos adentramos en la guerra que se desarrolló hacia la Independencia, además de
precisar de la participación de Francisco de Miranda en la guerra de
Independencia de aquel país que se denominaría como los EEUU de América, también,
percibimos unas muy importantes diferencias que, en nuestro modesto criterio, al
tiempo, influyeron en el inconsciente colectivo no solo de
Venezuela sino en las sociedades de los espacios geográficos que se
convertirían en naciones libres y soberanas de la denominada, geográficamente,
como América del Sur. Al tiempo, sí nos vamos a los textos donde se contienen las
ideas propuestas por Simón Bolívar para la unidad continental al sur del río
Bravo y el desarrollo de la unidad americana (nos referimos al
proceso expansivo por decisiones ejecutivas de los conductores de aquellas 7 más
6 provincias de desarrollar invasiones, desplazamientos, asesinatos de los
pueblos originarios mal denominados indios americanos al mejor estilo de John
Wayne y Ronald Reagan) también conoceremos las demostrables y profundas
diferencias entre ambos desarrollos históricos, es decir, el del país del norte
y las naciones de la América Latina. Son realidades históricas que,
inevitablemente, se adentran y se siembran en el inconsciente colectivo de
los pueblos a ambos lados del Caribe. Brasil es un caso histórico diferente.
Las
propuestas arriba expuestas nos llevarían, obligatoriamente, a desarrollar
ciertos escenarios a futuro cuando, seriamente, consideramos las realidades
contenidas en dos (2) conceptos fundamentales en el marco de la simple
democracia; uno primero sería el concepto de imperio; un otro sería el
de imperialismo
ambos con relación a la realidad histórica-global actual cuando nos referimos a
los EEUU de América y, fundamentalmente, su aceptación por nos tanto del
concepto imperio como la praxis capitalista titulada por Vladimir Ilich Lenín
como imperialismo. A ello deberíamos adicionar las realidades presentes de la
crisis del capitalismo en sus paradigmas actuales que podrían ser muy
diferentes a la del crack del 29 aún
en considerando las comparaciones que se han elevado para su discusión por
expertos en esos temas financieros.
Al
conformar un escenario hipotético con todas las realidades arriba propuestas,
ello nos podría llevar a una hipótesis de guerra inevitable a
menos que los pueblos (léase: Poder Popular) de las naciones de toda la América
se activaran en movimientos sociales que cubrieran espacios en las realidades
socio-económicas de cada país que en su sumatoria permitiera el crecimiento de
la conciencia americana que pudiera presionar, hipotéticamente, reiteramos, al
Poder washingtoniano a alcanzar otros escenarios de no guerra, es decir, de respetuosa negociación tanto en lo
bilateral como en lo regional (léase: Mercosur, UNASUR, como ejemplos). Es,
reiteramos, un hipotético escenario no democrático cuando de guerra nos
referimos porque ni siquiera las tesis agustinas y tomistas podrían justificar
masacres sociales como las vistas en Libia y, en estos instantes históricos, en
Siria.
Independientemente
de la hipótesis arriba expuesta, América Latina debe seguir desarrollando su
proceso de unidad continental hacia la consolidación de su espacio geográfico
con sólida influencia en el escenario global que, de un modo u otro, colide con
los paradigmas del Imperio-imperialismo y, evidentemente, con la OTAN. En ese
orden, la incorporación de Venezuela al Mercosur es de importancia analizar. Esa
realidad objetiva tiene dos (2) lecturas; la primera de ellas la relacionamos
con el razonamiento de la negativa actitud de la permanente negación a la
aprobación por parte del legislativo paraguayo a la incorporación de Venezuela
como miembro permanente a Mercosur. Independiente de cualquier factor de
propuesta de corrupción por solicitud de algunos legisladores paraguayos, nunca
jamás, en nuestro modesto criterio, el legislativo paraguayo hubiera aprobado
la incorporación de Venezuela al Mercosur por factores estrictamente de
carácter ideológico; es decir, el supuesto comunismo
chavista ha sido un factor de política
de estado paraguayo bajo la estricta supervisión y la permanente presión de
factores internacionales tanto continentales como extra-continentales. En
segunda expresión, la incorporación de Venezuela como miembro de pleno derecho
al Mercosur ha sido la praxis de la decisión soberana de la política
de unidad continental que, inevitablemente, se va imponiendo en América Latina y
que, en última instancia, nos enfrenta a las políticas imperialistas del
Imperio para la región geográfica al sur del río Bravo, es decir, el objetivo
enfrentamiento con Washington y, por ende, con el Pentágono en su más reciente
reingeniería de seguridad internacional capitalista en el seno de la OTAN según
la tesis propuesta por José Vicente Rangel en la “nueva política Obama”. A
título de ejemplos podríamos mencionar, en coordinación con las reiteradas
denuncias de Chávez Frías, las realidades políticas impulsadas por Washington
en Honduras y, recientemente, en el Paraguay; por tanto, consideramos que los
acontecimientos en pleno desarrollo en el Paraguay eran inevitables yendo en
oposición a la permanencia del Presidente Lugo como Presidente constitucional
del Paraguay; en ese orden, cualquier crítica sobre el inteligente, prudente y
con visión a mediano plazo del comportamiento de Lugo implicaría una corta visión
en el marco del “infantilismo de
izquierda” que aún está presente en nuestras conciencias revolucionarias cuales
debemos erradicar de raíz en el comportamiento político continental
suramericano.