miércoles, 7 de noviembre de 2012

LAS GRIETAS DEL CAPITALISMO



                El filósofo político John Holloway, dice en un aparte de su nuevo libro Acerca de la Revolución, una frase que me genera estas reflexiones: “al capitalismo no hay que matarlo de una puñalada al corazón, sino de miles de picaduras”. ¿ A qué se refiere?. ¿Cómo actuar en términos revolucionarios en el siglo XXI?

                Las interrogantes, nos permiten una serie de consideraciones de gran alcance. La 1era, es que la idea de violencia revolucionaria que caracterizó los planteamientos bases de la filosofía marxista del siglo XIX y las post-marxista (leninista-stalinista) del siglo XX, planteaban sobre la interpretación del fracaso de la experiencia de la Comuna de París (1871), la urgencia de avanzar mediante la “Dictadura del Proletariado”.  Ese momento, es precisamente eso: una coyuntura de acción crítica y no-permanente. De hecho, visto desde los planteamientos de la dialéctica, el estancamiento que generó la concreción de la idea-concepto-práctica de la “dictadura del Proletariado” en la ex URSS, fue uno de los elementos que atentó  contra la necesaria respuesta revolucionaria que pretendió ser construida con la revolución Bolquevique en 1917. Por ello, la violencia revolucionaria no se asume con su extremismo, ni con su consecuente derivado de muertes y fusilamientos sumarios, como sí ocurrió en los casos de Rusia y Cuba.

                No significa que no exista violencia, por el contrario, hay nuevas formas de ejercicio de la misma y a estas nuevas formas, debe responder el acto revolucionario. Los efectos, en términos de alienación marxista, que tienen los medios generan un tipo de violencia (producto de la generalización y el cambio de percepciones de la realidad) que debe ser respondida con acciones contra-hegemónicas. Por ello, la lucha que adelantan presidentes en Nuestra América, como Chávez, Correa, Evo Morales o Cristina Fernández contra las cadenas multinacionales y globales de medios de comunicación, tiene un efecto común: causan una grieta en las lógicas de dominación del capitalismo.

                Es este el 2do considerando. Las grietas, son diversas y cada una aporta elementos que, tomados en su conjunto, pueden ser esenciales para el (los) “momentos (s) revolucionario(s)”. La grieta abierta por la Revolución Rusa de 1917, abrió un espacio, pero antes que ella, la Revolución mexicana de 1910, había dejado un espacio – un resquicio- para plantear problemas históricos no resueltos (acceso a la tierra, igualdad étnica y política). Las luchas campesinas que generaron la intervención de Jorge Eliezar Gaitán en Colombia, en las décadas de los 30 y 40 del pasado siglo XX, son otra forma de “grietas”, que tienen un componente social basado en la concreción de los clivajes trabajador/propietario.

La revolución Cubana, en 1959, con Fidel Castro, el Ché, Camilo Cienfuegos, generó un espacio que impulsó un respiro revolucionario. El proceso político revolucionario, que concretó el triunfo de la Unidad Popular en Chile, con Salvador Allende en los inicios de la década de los años 70, fue otra “grieta”, tan preocupante que ameritó la inmediata acción de Richard Nixon y su ejecutor máximo: Henry Kissinger. La revolución Sandinista de 1979, incorporó el tema de los derechos indígenas en el discurso revolucionario, aunque ya habían sido esbozados como elemento esencial en el pensamiento del peruano José Carlos Mariátegui. Esas grietas, son “temporales”, es decir, un espacio y tiempo específico, pero que acumulados “agregan” o “aportan” nuevas experiencias.

                Así temporalmente, las protestas sociales contra las lógicas neoliberales en la década de los años 80 y 90, que se dieron en Caracas, Buenos Aires y otros espacios, permitieron la reorganización de los movimientos sociales, con nuevas estrategias disruptivas y movilizadoras, pero aún así, no fueron suficientes. No rompieron la lógica de construir un anti-poder.

                El capitalismo, en su vertiente liberal-democrática construye una idea de poder como dominación y la respuesta de los revolucionarios, ha sido también en su misma lógica. Dialécticamente es incorrecto. Hay que construir contra-poder. Sí el poder es control/sumisión, el contra-poder debe ser liberador. Y debe liberar el acto de la política. La política, no puede ser sólo hacer juntos entre diversos (Hanna Arent). La política debe ser “voluntad de vivir”. Es decir, construir, avanzar en el buen vivir -Suma qamaña (aymara) Vivir bien y Sumak kawsay (quechua). Debemos asumir la política como acto de mandar-obedeciendo y no como mandar-mandando. Este último, implica ejercer la política en su esencia individualista (“se hace lo que yo digo”), el mandar-obedeciendo, se asume como un ejercicio múltiple y diverso, surgido de la deliberación y la recíproca conveniencia ( “ se hace los que todos mandamos”). Hay que “salir” de los márgenes de acción política, que nos sujetan. Por eso, en Venezuela, la Geometría del poder, significa un uso diferencial del “espacio” como propiedad y pasa a entenderse como reconfiguración trascendente, en función de un equilibrio con la naturaleza en función del buen vivir. Eso hace peligroso a Chávez, no tanto por lo que “dice” (que es peligroso), sino por lo que su “decir” llega “hacer”. Reproducir el accionar de Venezuela, es el riesgo que la grieta del capitalismo sea más profunda y se produzcan miles de aguijones al corazón de la lógica propietaria del mundo.

Dr. Juan E. Romero
Historiador
5/11/2012
Juane1208@gmail.com