Trincheras de Ideas
Humberto Gómez García
Se vienen escuchando en programas de radio y TVe y leyendo en periódicos y páginas Web lo que le ocurriría a la derecha, a la burguesía y a la pequeña burguesía si llegasen a matar al presidente Chávez, como trataron de intentarlo hace poco en San Salvador pero que fue conjurado gracias a la acción de inteligencia revolucionaria del FMLN, del gobierno de Nicaragua y otras voces solidarias latinoamericanas.
¿Qué podría ocurrir si llegase a concretarse un plan político y asesinan a Chávez, hecho intentado varias veces estos diez años por los grupos de extrema derecha dirigidos por
La pregunta no es ociosa, en primer término porque el tema se discute en debates de las organizaciones sociales y de masas que apoyan el proceso, en los batallones del PSUV y de las organizaciones revolucionarias aliadas, entre estudiantes revolucionarios, trabajadores del campo y la ciudad, entre grupos indígenas; es decir, se debate cada vez más intensamente esa terrible posibilidad y las opiniones se cruzan y, al respecto, hay posiciones contradictorias, avivadas con las últimas noticias de que grupos terroristas cubanos mayameros dirigidos por Posada Carriles y activistas fascistas venezolanos tenían listo un atentado para consumar el magnicidio.
Evidentemente que aquellos camaradas que mueve el dolor, lo emocional, ante la posibilidad de a producirse un acto de esa magnitud, señalan que ese hecho desataría la furia social del pueblo contra los sectores de la derecha, las tradicionales clases económicamente dominantes, adversas al proyecto revolucionario y enemigas acérrimas del presidente Chávez. Comparan, incluso igualan de manera mecánica, lo ocurrido en Bogotá el 9 de abril de 1948 cuando la oligarquía colombiana y el imperialismo asesinaron al líder liberal Jorge Eliécer Gaitán y se produjo un estallido popular de violencia que causó 300 mil muertos y la actual violencia o guerra civil que prácticamente desde entonces vive ese país, pero los descendientes de aquella oligarquía colombiana siguen en el poder.
Una revolución, si es verdadera –y la bolivariana lo es, sin dudas– tiene ante todo, un líder que la dirige, y un liderazgo colectivo que lo acompaña, incluso un partido de vanguardia que se va conformando y forjando en el crisol de la lucha revolucionaria y en los valores éticos y principios de un socialismo humanista, se consolidad en la paz. El líder se desdobla en el pueblo y cada revolucionario es un Chávez en potencia, es un líder que asume su liderazgo en el espacio social o político donde se mueve, pero no como yo sino como nosotros. La revolución es un enorme proyecto colectivo, eminentemente social, humanista, justiciero, socialista, hasta ahora pacífico pero no desarmado.
A mi juicio es un error proyectar –utilizando para ello medios de comunicación de masas– una imagen de violencia, de arrase, de no dejar piedra sobre piedra entre las clases y sectores de la burguesía y la pequeña burguesía si muriese el líder. Semejante criterio nos iguala y pone al mismo nivel del odio de esos sectores que están, sin duda alguna, en agudo estado de descomposición. Si somos –y creemos sinceramente en ella– una revolución pacífica, la violencia no es ni puede ser una categoría ni política ni humana y menos revolucionaria o socialista, nuestra arma más poderosa es la paz, el amor, el humanismo, la ética que son las condiciones fundamentales del pensamiento socialista, de ese socialismo del siglo XXI que se proyecta como gran propuesta esperanzadora para nuestro pueblo.
Si llegase a producirse un magnicidio, la salida es radicalizar la revolución, acelerar el derrumbe del capitalismo, controlar todos los instrumentos y medios de producción, darle más y más poder al pueblo trabajador, evitar al máximo una confrontación o guerra civil, que se desaten los demonios que no se puedan controlar. Demonios que la moral y los principios, las leyes y
Si se llegase a producir un magnicidio hay que estar preparados para semejante eventualidad, terriblemente dolorosa, preparar al pueblo, a los consejos comunales y todas las instancias de organización popular, este es un problema de poder político no de vísceras; se debe pensar con la cabeza fría no con las emociones y el dolor, eso no es revolucionario. La revolución debe continuar, no debe morir con el líder, miremos el ejemplo cubano. Fidel se apartó del poder directo hace 3 años, ¿se cayó la revolución cubana, mil veces gloriosa y heroica? Por supuesto que no, allí está, vivita y coleando.
Muchas revoluciones han sufrido pérdidas irreparables de líderes únicos, insustituibles y han continuado adelante. ¿No asesinaron a Lenin de un tiro, atentado nunca lo suficientemente clarificado, comenzando apenas la revolución? Eso fue en los primeros años de la revolución, el proceso no se detuvo, se radicalizó y Rusia, primero y
Yo comparto lo dicho una vez por Fidel: no hay en Venezuela cuatro millones de oligarcas, ella es, en verdad, una minoría. Con las obras de la revolución, los logros, conquistas, la siembra del petróleo, el humanismo; con las Misiones Sociales, el espíritu solidario y el combate sin tregua al capitalismo, a sus anti valores; con el debate de las ideas, el rescate de nuestros valores históricos y la forja de nuestra identidad nacional y latinoamericana y nuestro espíritu revolucionario y socialista, podemos atraer a las filas de la revolución a, por lo menos, el 55% ó el 65% de esos oligarcas, (un 20% es irrecuperable y el 15% restante sin son oligarcas reales, afectados por la pérdida del poder político y económico, que se van a ir del país en cualquier momento) compatriotas confundidos, manipulados, comprados, disociados, pero que son venezolanos y les llegan los beneficios de la revolución, dirigir hacia ellos, desde ya políticas que los hagan reflexionar, pensar que están en una posición errada.
Lo mismo pasó con los créditos indexados y las cuotas balón y las tarjetas de crédito. ¿Quiénes resultaron beneficiados cuando el gobierno revolucionario determinó, con el TSJ apoyó, con base jurídica, que los créditos indexados y las cuotas balón eran una estafa y había que devolverle a los afectados el dinero que los bancos les habían robado? Evidentemente que fue la clase media, miles de esas personas con mentalidad oligarca, burgueses de corazón o deseo, pero clase media en acelerado proceso de depauperación producto, precisamente, de la explotación capitalista, de la no inversión económica, ¡eso es lo que hay que demostrarle, con hechos concretos y tangibles, a esos sectores!
¿Cuántos miembros de la clase media, media, de la clase media baja, se beneficiaron con la decisión del gobierno revolucionario de pagar los capitales e intereses que estaban represados o prácticamente perdidos productos del saqueo de los bancos en la crisis de 1994, cuando los banqueros se robaron el dinero de los ahorristas? Miles de personas. ¿Hubiesen hecho lo mismo los gobiernos de
Allí tenemos tres hechos de decisiones políticas que beneficiaron y benefician ampliamente a muchos de esos sectores, no pocos con mentalidad oligarca, pero que no lo son, social y económicamente hablando; activistas pasivos de la contrarrevolución que se expresan su odio u oposición a través del voto por esperpentos como Ledezma, Radonski y los candidatos derechistas, pseudos gobiernos que más bien los perjudican. Muchos confundidos por las campañas mediáticas y disociadoras de Globoterror, El Nazional, El Universal, Unión Radio y la cadena radial fascista. Pero los hechos están allí y los beneficios para un sector social determinado, de manera sostenida en el tiempo, sin embargo el gobierno no los ha proyectado ni explotado, desde el punto de vista de una campaña que evidencie y demuestre las bondades y grandes beneficios de esas políticas para la clase media oligarca. Si asumimos que la gran batalla es de ideas, ¡esa es una batalla donde hay que mover las fibras, primero, del agradecimiento, segundo, que este es un gobierno humanista, justiciero!
Por supuesto que la revolución está armada, no tiene por qué pecar de ingenua y bajar la guardia; estamos en presencia de enemigos poderosos, crueles, llenos de odio y maldad, lo evidencia el hasta ahora irrenunciable intento de derrocar al presidente a través de golpe de Estado, largo paro terrorista petrolero y huelga general de empresarios, guarimbas, contratar grupos paramilitares y sicarios, la existencia misma de ese bodrio asqueroso, maldito, disociador que es Globovisión y la prensa amarillista, además de los atentados fallidos al presidente Chávez como el que se acaba de conjurar en San Salvador. Pero ellos son minoría, los hechos lo demuestran y mantienen adormecida una gran masa de oligarcas mentales, pero no reales, porque no hay una política lo suficientemente poderosa que haga reflexionar y entrar en razón a esos sectores que están siendo destruidos
Pero, ¿qué hecho más contundente que apresar a los terroristas, juzgarlos, condenarlos a penas por que por conspiración contemplan las leyes? Es decir, combatir la impunidad, aplicar la justicia y quitarles la justificación que a los golpistas les da la impunidad para seguir conspirando. El poder y las leyes son para ejercerlas no para pregonarlas.
Se sabe que ellos conspiran, incluso los que dicen abrazar las leyes y la democracia; que también buscan una intervención extranjera. La revolución es mucho, pero mucho más fuerte que ellos y sus mercenarios, si intentan poner su planta insolente en el país, entonces van a recibir una arrasadora paliza militar y popular. Por ello, impulsemos políticas de prevención del delito político, fortalezcamos el liderazgo colectivo, al partido y al poder popular y ganemos adeptos en los falsos oligarcas. (15-06-09) (humbertocaracola@gmail.com)