No se va (II)
Autor: Freddy J. Melo
Autor: Freddy J. Melo
La ínfima victoria obtenida por la oposición el 2 de diciembre del año pasado le dio para vivir de sus réditos durante los doce meses transcurridos; ínfima, porque la obtuvo con su techo electoral mediante el expediente de neutralizar a tres millones de compatriotas normalmente votantes bolivarianos. Visto en grueso fue un éxito de táctica política; bien mirado, no pasó de un asnal sonido de flauta, un acierto de piernas cortas porque estaba construido sobre la mentira. Ni una sola de las objeciones esgrimidas contra el proyecto de reforma correspondía a la verdad, como se ha terminantemente demostrado. Y en este noviembre se restableció en buena medida la correlación existente, aunque siguen pendientes dos tareas de genuina importancia: recuperar el saldo retraído de los más de siete millones que han apoyado al presidente Chávez, y ganar una porción creciente de los sectores de capas medias explotadas víctimas de alienación, que abultan contranatura la imposible cifra venezolana de cuatro millones de oligarcas.
Mentir, mentir, mentir sigue siendo el talante del bloque contrarrevolucionario. No puede ser de otro modo para quienes no tienen en sus manos sino pasado y carecen por ello de una sola ¡una sola! propuesta constructiva de futuro. Sus gobernadores y alcaldes recién estrenados son una muestra inefable de ello: por un lado sueltan sus perros de presa para hostigar a las Misiones y a los abnegados cooperantes cubanos y por otro claman al Presidente que los acepte y tenga como colaboradores preocupados por los problemas del pueblo. Cinismo a la enésima, que forzosamente trae al escenario el recuerdo de las felonías en que tales gobernantes incurrieron y de aquellas en las que se forjaron o de las cuales son herederos. Pues los adecos traicionaron el llamado a “una revolución popular, antifeudal y antimperialista”, la consigna de “por una Venezuela libre y de los venezolanos”, el “adelante a luchar milicianos”, la dignidad de quienes ejercieron resistencia contra la dictadura perezjimenista, la voluntad de servicio colectivo de Rómulo Gallegos, la esencia educativa robinsoniana de Luis B. Prieto Figueroa y la poesía de Andrés Eloy Blanco, como fustiga Alí Primera. Una conjunción de elementos de fuerza política que explican el calado que tuvieron en el corazón del pueblo, y una traición de magnitud tal, que garantiza su sepultura y la seguridad de que no volverán. Aunque algún cadáver se haya levantado por ahí al soplo de los indeseables errores. Situación que exige la crítica y la autocrítica a fondo y la aplicación consecuente de las tres erres. Por su parte Copei, sin títulos equivalentes a los de AD, traicionó cuanto tenía de traicionable.
Mentiras: Que “la enmienda altera la estructura fundamental de la Constitución”: no, la armoniza con su mandato de soberanía del pueblo, la cual a ningún poder le es dable limitar y en el artículo 230, por inadvertencia o por “mano peluda”, se la limita. Que “el Libertador condena la continuación de la autoridad en un mismo individuo”: sí, cuando se ejerce indefinidamente; no, cuando está sometida a “repetidas elecciones”, lo que en nuestro caso es proverbial e incluye el referendo revocatorio. Que, precisamente, “Chávez quiere elegirse indefinidamente”: no, él reclama el derecho, para él y para el presidente o presidenta que lo sustituyere, a postularse y enfrentar otros(as) candidatos(as) --no es culpa suya si la oposición sólo tiene patarucos--, y lo hace en virtud de la potestad intangible del pueblo de elegir cuantas veces quiera al líder en quien confíe, como ya se ha dicho y es incuestionable. Que “se pierde la alternabilidad”: no, porque la alternabilidad se mide por períodos y elecciones y eso está garantizado. Que “ya fue rechazada el 2D”: no hay retorcimiento que pueda confundir enmienda con reforma. Que “Chávez es autocratismo y militarismo y la oposición es democracia y justicia social”: esto sería irrisorio si no tuviera por detrás la cauda de cuarenta años de exclusión de una inmensa porción poblacional, más miles de combatientes populares presos, sometidos a tortura y asesinados, muchos selectivamente, muchos en masacres genocidas (El Amparo, Yumare, ¡el Caracazo!), muchos a quienes tocó inaugurar la figura del desaparecido, creatura de la CIA. Todo lo demás es de idéntica laya.
La mentira de nuevo será derrotada, el pueblo percibe la dimensión de lo que se halla en juego y obtendrá un grandioso triunfo al ritmo del ¡uh! ¡ah!, Chávez no se va. freddyjmelo@yahoo.es
Mentir, mentir, mentir sigue siendo el talante del bloque contrarrevolucionario. No puede ser de otro modo para quienes no tienen en sus manos sino pasado y carecen por ello de una sola ¡una sola! propuesta constructiva de futuro. Sus gobernadores y alcaldes recién estrenados son una muestra inefable de ello: por un lado sueltan sus perros de presa para hostigar a las Misiones y a los abnegados cooperantes cubanos y por otro claman al Presidente que los acepte y tenga como colaboradores preocupados por los problemas del pueblo. Cinismo a la enésima, que forzosamente trae al escenario el recuerdo de las felonías en que tales gobernantes incurrieron y de aquellas en las que se forjaron o de las cuales son herederos. Pues los adecos traicionaron el llamado a “una revolución popular, antifeudal y antimperialista”, la consigna de “por una Venezuela libre y de los venezolanos”, el “adelante a luchar milicianos”, la dignidad de quienes ejercieron resistencia contra la dictadura perezjimenista, la voluntad de servicio colectivo de Rómulo Gallegos, la esencia educativa robinsoniana de Luis B. Prieto Figueroa y la poesía de Andrés Eloy Blanco, como fustiga Alí Primera. Una conjunción de elementos de fuerza política que explican el calado que tuvieron en el corazón del pueblo, y una traición de magnitud tal, que garantiza su sepultura y la seguridad de que no volverán. Aunque algún cadáver se haya levantado por ahí al soplo de los indeseables errores. Situación que exige la crítica y la autocrítica a fondo y la aplicación consecuente de las tres erres. Por su parte Copei, sin títulos equivalentes a los de AD, traicionó cuanto tenía de traicionable.
Mentiras: Que “la enmienda altera la estructura fundamental de la Constitución”: no, la armoniza con su mandato de soberanía del pueblo, la cual a ningún poder le es dable limitar y en el artículo 230, por inadvertencia o por “mano peluda”, se la limita. Que “el Libertador condena la continuación de la autoridad en un mismo individuo”: sí, cuando se ejerce indefinidamente; no, cuando está sometida a “repetidas elecciones”, lo que en nuestro caso es proverbial e incluye el referendo revocatorio. Que, precisamente, “Chávez quiere elegirse indefinidamente”: no, él reclama el derecho, para él y para el presidente o presidenta que lo sustituyere, a postularse y enfrentar otros(as) candidatos(as) --no es culpa suya si la oposición sólo tiene patarucos--, y lo hace en virtud de la potestad intangible del pueblo de elegir cuantas veces quiera al líder en quien confíe, como ya se ha dicho y es incuestionable. Que “se pierde la alternabilidad”: no, porque la alternabilidad se mide por períodos y elecciones y eso está garantizado. Que “ya fue rechazada el 2D”: no hay retorcimiento que pueda confundir enmienda con reforma. Que “Chávez es autocratismo y militarismo y la oposición es democracia y justicia social”: esto sería irrisorio si no tuviera por detrás la cauda de cuarenta años de exclusión de una inmensa porción poblacional, más miles de combatientes populares presos, sometidos a tortura y asesinados, muchos selectivamente, muchos en masacres genocidas (El Amparo, Yumare, ¡el Caracazo!), muchos a quienes tocó inaugurar la figura del desaparecido, creatura de la CIA. Todo lo demás es de idéntica laya.
La mentira de nuevo será derrotada, el pueblo percibe la dimensión de lo que se halla en juego y obtendrá un grandioso triunfo al ritmo del ¡uh! ¡ah!, Chávez no se va. freddyjmelo@yahoo.es