miércoles, 16 de enero de 2013

El Ejercicio del Poder Popular



Estamos llamados a asumir el momento que vivimos como el momento de ofensiva revolucionaria, una ofensiva que debe materializarse en la construcción de una política organizativa concreta con la cual se impulse, sin ambigüedades, un viraje definitivo hacia la izquierda. Se trata del momento político en el que, como lo ha dicho el presidente Chávez, nos jugamos hasta la propia vida. Así lo asumimos, porque está de por medio la suerte del proyecto revolucionario que no es otra que la de este pueblo del que somos parte.

En este viraje, resulta imprescindible tener claridad sobre los núcleos vitales del debate, que no son otros que aquellos que tienen que ver con la naturaleza del poder y las formas de concreción del Poder Popular. Porque si no tenemos clara la visión estratégica del poder, es fácil caer en fatales errores políticos tales como el dogmatismo, el estatismo y las prácticas oportunistas, o hasta en conductas y acciones antagónicas al comportamiento revolucionario. Errores que, sin duda, también tienen que ver con formas de entender el mundo, nuestras relaciones con él, con los otros y con nosotros mismos, y particularmente con las formas de pensarlas, decirlas y sentirlas.

Lenin se refería fundamentalmente a que el capitalismo produce la miseria y la explotación del trabajo, de manera tal que las condiciones a ser creadas eran las subjetivas, porque las objetivas están presentes. Destaca Lenin, que es la voluntad política la que construye el escenario y no al revés. De modo que las condiciones objetivas y las subjetivas devienen en un mismo movimiento: la voluntad política materializada en acción revolucionaria como simultaneidad de la multiplicidad de las prácticas.

Es de vital importancia tener presente este planteamiento de Lenin, cuando hablemos del Socialismo del Siglo XXI. Este es el debate. Un punto de inflexión que cruza el deseo revolucionario, crea el acontecimiento, y la gente lo ha asumido así. Está intrínsecamente relacionado con el impulso social de nuestras prácticas, tiene que ver con el ejercicio del Poder Popular, con la democracia revolucionaria, que se construye día a día; con los consejos comunales y los saberes que allí se generan colectivamente.

Nosotros hemos venido construyendo eso que llamamos un nuevo campo socialista. Aunque en alguna medida nos hacemos parte y reivindicamos algo de la experiencia de lo que hasta ahora ha sido conocido como socialismo, nuestro punto de referencia y de fundación no es exactamente eso que se llama socialismo realmente existente. Es distinto, es buscar, reconociendo el pasado, una forma de hacer propia nuestra historia indoamericana. Eso que José Carlos Mariátegui llamó socialismo de Nuestra América.

Por eso nosotros siempre llamamos a un debate sobre un nuevo socialismo: el Socialismo del Siglo XXI, es decir, no es el socialismo del siglo XX, ni el socialismo del siglo XIX. Cuando decimos debate sobre el nuevo socialismo del siglo XXI, estamos estableciendo en el enunciado un conjunto de rupturas que nos permiten ir construyendo la lectura de lo que comenzamos a comprender como nuevo socialismo.

Y reconocemos ampliamente que en la Revolución Venezolana tiene un nombre ese Socialismo del Siglo XXI: Chávez (Chavismo), manifestación inherente a un significado común,  en toda su plenitud;  encarna la voluntad del pueblo venezolano y que es a través de ese nombre que se tejen las identidades y ocurre un proceso de construcción hegemónica de un sujeto colectivo que llamamos: CHÁVEZ SOMOS TODOS. Un despliegue de engramas de significados que constituyen el tejido de las prácticas de luchas históricas del pueblo llano, de sus bases existenciales. Que encarna lo profundamente que es la piel de esa construcción que deviene vía venezolana hacia el socialismo.

Juan Barreto Cipriani