Chávez: Fuerza de la Multitud
En sociedades complejas, desiguales y
marcadas por una profunda e irreductible diversidad cultural y territorial,
como es el caso de Venezuela, el gran reto ha sido construir una portentosa
multitud-pueblo, creando a través del camarada Chávez un espacio común de
objetivos y principios.
Ahora, tenemos que ser capaces de
constituir, partiendo de las comunas, un movimiento de movimientos, y esto sólo
es posible si generamos dinámicas de interacción en red entre todos los actores
sociales, y si creamos novedosas maneras de reunirnos, discutir, dialogar y,
sobre todo, tomar decisiones. Esta es la forma en que nosotros, la
multitud-pueblo, debemos ejercer el poder en el socialismo del siglo XXI.
Pero primero disertemos algo sobre ese gran
sujeto amorfo, móvil, flexible, que somos el Pueblo, y que preferimos llamar
Multitud. Sin pretender sobreponer estos dos conceptos, a nosotros nos basta
con establecer por lo menos su similitud, en el entendido de que pueblo para
nosotros no es necesariamente una construcción a partir del Estado burgués y en
función de su representatividad política. Tampoco pueblo es para nosotros,
por supuesto, una entidad cerrada en oposición a otra igual, en el sentido
nacionalista, ni mucho menos una entidad homogénea y reconducible a la
unidad. Por lo menos en Venezuela y su actual proceso político, pueblo no
es eso.
¿Pudiéramos establecer un paralelismo entre
el concepto de multitud y el de pueblo? Es necesario insistir en ello. La multitud
no puede ser aprehendida ni explicada en términos de contractualismo. En un
sentido más general, la multitud desconfía de la representación, ya que es ella
una multiplicidad inconmensurable. El pueblo se representa siempre como unidad,
mientras que la multitud no es representable, puesto que es monstruosa para los racionalismos
teológicos y trascendentales de la modernidad.
El concepto de multitud es el de una
multiplicidad singular, un multiverso concreto. Del mismo modo que la carne, la
multitud es pura potencialidad, la fuerza no formada de la vida, un elemento
del ser. Al igual que la carne, también la multitud se orienta hacia la
plenitud de la vida. El monstruo revolucionario llamado multitud, aparecido al
final de la modernidad, quiere transformar de manera continua nuestra carne en
nuevas formas de vida.
Pero si de lo que se trata es de reconocer
ideas/fuerzas que se han sedimentado en los procesos revolucionarios y que los
siguen impulsando por cada vez más caminos, pues la noción de pueblo es
esencial, ya que ¿no es esta multitud, acaso, el pueblo en
Venezuela? cuando decimos multitud decimos pueblo, y viceversa, sin mucho enrevesamiento.
Ahora bien, ¿cómo es que territorios
demarcados –comunas– terminan cruzándose para la conformación de esa poderosa
pero descabezada multitud? Al hablar de los cambios revolucionarios que se
están dando en nuestra América Latina, muchos teóricos (incluso amigos, por
cierto, del proceso revolucionario) suelen diferenciar entre los procesos emancipatorios
al de Venezuela, a su decir porque acá sería distinto o especial porque
contamos con un gobierno que deliberadamente apunta hacia el fortalecimiento de
las multitudes que hoy son el poder popular. Recordemos cómo fue que se abrió
el período de las luchas sociales de América Latina luego de que Hugo Chávez
ganara las elecciones en 1998, cuando una cadena de presidentes se reivindican
aliados de los movimientos sociales, de las multitudes, del pueblo, es así como
los gobiernos de Venezuela, Bolivia y
Ecuador, fundamentalmente, deben su llegada a la movilización social de las
multitudes hechas pueblo, poniendo en cuestionamiento no sólo a los gobiernos
neoliberales sino también al modo de dominación de la estructura social y todo
su entramado institucional. Ese continúa siendo el signo de la lucha popular.