Por William Gudiño Peralta
Miembro del PSUV, de
Es lugar común decir que nos estamos jugando a Rosalinda, que en Venezuela se puede estar jugando el destino de la revolución continental y hasta mundial, todos lo sabemos, no todos lo asumen, unos por desconocimiento, otros por falta de voluntad política. De todo eso hay un poco o mucho en este proceso revolucionario venezolano de carácter “pacifico”, de “amplia libertad de expresión” y “apego a la legalidad”.
Por allí comenzamos estas reflexiones. ¿Es acaso cierto que esta revolución es pacífica? En la jerga cotidiana se dice que la política no es un problema de deseo. En el llano dicen que “deseos no empreñan”. Una cosa es que nosotros, a la cabeza el líder, en su carácter de comandante de la revolución, por su legitimidad y autenticidad no por su grado alcanzado en el Ejército, decidimos avanzar de esta manera, en paz, siempre al filo de la navaja, apegados a la legalidad aunque nos oprima, de acuerdo a lo que permite las condiciones objetivas y subjetivas de este mundo de hoy, y otra que, la clase social dominante aún hegemónica (la burguesía, la oligarquía, los explotadores) nos impone la violencia. Poco a poco, soterradamente, mediaticamente, con vaselina, de cuarta generación, de baja intensidad, etc., pero, ¿No tenemos ya mas de trescientos campesinos asesinados? ¿No nos asesinaron un carajazo de compañeros y compañeras el 11 y 12 de abril de 2.002? ¿No han matado ya militantes nuestros, estudiantes, sindicalistas y alcaldes? ¿No hay una inclemente campaña fascista y golpista en los medios privados nacionales y mundiales, llamando a acabar con nuestras aspiraciones de construir una nación y un mundo socialista? ¿No es violencia la especulación, la usura y el acaparamiento? ¿No es violencia la pobreza?, y, ¿Para que nos están infiltrando paracos? ¿Por qué el golpe en Honduras? ¿Para que las bases militares?
La realidad de los procesos sociohistóricos nos impone el carácter del mismo, por ello nos impone la violencia, la partera de la historia. Está escrito y es cierto que ninguna clase social dominante se suicida o entrega pacíficamente el poder que ilegítimamente ejerce, a través del Estado y sus mecanismos de dominación y represión. El ejercicio de la violencia no depende de los pueblos y sus aspiraciones legítimas. ¿Quién cree que nuestro Ejercito Libertador podría trasmutarse solo en un contingente político diplomático para convencer a los españoles invasores de abandonar nuestras tierras, exterminando así la usurpación, la tiranía y el despojo? La violencia que nos impuso la colonia española la pagamos con nuestras vidas ¿O acaso se suicidaron los noventa millones de pobladores aborígenes de estas tierras que había cuando llegó el invasor europeo en el siglo XV?
Claro está, una cosa es que pretendamos y así lo gritemos al mundo, que queremos hacer todo esto en paz y otra que nos lo permita la burguesía y el imperio. Para ello debemos prepararnos sin dilación, sin distracciones y evitando al máximo las desviaciones y el saboteo desde adentro y desde afuera.
Marx y Engels identificaron en el Manifiesto Comunista la única estrategia que haría posible el avance de los pueblos explotados en todo el orbe y en los movimientos locales con el menor ejercicio legítimo de la violencia para imponer los avances sociales. La unidad monolítica de los pueblos en la frase eterna: proletarios del mundo, uníos.
Respecto a la “amplia libertad de expresión” que hoy tenemos en Venezuela, es, a mi juicio, otro de los conceptos que manejamos indebidamente. A ver, ¿Quién tiene hasta hoy la propiedad de la mayoría de los medios de comunicación social en Venezuela y en el mundo y por ende la posibilidad de democratizar su ejercicio, de manera veraz y oportuna? ¿Acaso los pueblos, los trabajadores, los indígenas, los pobres, los explotados? ¡¡Por supuesto que no!! Los medios de comunicación e información los controla la burguesía y a través de ellos “informan y opinan” de acuerdo a sus intereses. Por ello, mientras esta realidad persista, no podrá jamás el pueblo ni el gobierno revolucionario garantizar la libertad de expresión, porque de el no depende. Claro, luchamos, peleamos, nos arrechamos, los multamos, los amonestamos, tratamos de aplicarle la ley, pero hasta ahí. La única alternativa es el control y manejo democrático de los medios por el sujeto de la revolución, la alianza actual del proceso revolucionario venezolano.
El apego a la legalidad nos ahoga, lo cual no constituye una invitación a violarla. La legalidad y la legitimidad son conceptos políticos que debemos abordar con mayor agilidad, firmeza y compromiso, para romper esa camisa de fuerza que nos impone las condiciones actuales. Nuestra constitución es programática y no normativa, es un compendio de deseos perfectibles sobre la sociedad de transición que se acordó en
Para que el Estado sea Bolivariano y Revolucionario, sea proletario, de los trabajadores, para que este estado defienda, apoye y promueva las misiones, debe éste ser conducido por el pueblo, con Chávez al frente, su legítimo y fundamental líder, con los legítimos e históricos intereses del pueblo por delante, el socialismo.
El proceso se enfrenta con las contradicciones que le imprime la ausencia de un partido revolucionario que pretendemos pero no termina de nacer lo que implica la ausencia del control y una vigilancia revolucionaria y colectiva del proceso político, que además potencia al extremo los peligros sobre la vida del líder; se bate con las cimas que, con frecuencia y cual Sísifo, intenta remontar la crítica y la autocrítica; se topa con el compromiso y la necesidad del sujeto de cambio para esta sociedad, para este momento histórico, en esta parte del mundo, con el pueblo que hereda las glorias y la sangre del pueblo originario y de patriotas como Bolívar y su Ejercito Libertador; cual choque de trenes, aún no avanzamos, de verdad, en la idea de constituir al pueblo en Estado, con el proceso popular constituyente y no los eventos constituyentes como eje; y aún dependemos en exceso de una economía e ingresos nacionales basados en la renta petrolera, que replica inexorablemente la lógica del capital, la explotación, y no la economía del trabajo, base de la económica socialista y sus relaciones sociales.
Los avances del proceso revolucionario continental, sus marchas y contramarchas, son producto, en primer lugar, de las condiciones objetivas de explotación, pobreza y exclusión en todos los países del área, y en segundo lugar su aceleración como producto del ejemplo y estímulo de nuestro proceso bolivariano. Mas atrás y actualmente en la historia, de la revolución cubana, que es lo mismo que decir doctrinariamente antiimperialista y socialista, “la mayor suma de felicidad posible, la mayor suma de seguridad social, la mayor suma de estabilidad política”, dentro y fuera del país. Nos movemos, es notable, pero también lo son la inercia o los retrocesos en algunos campos.
Continuar el avance estratégico trazado por el comandante Chávez en esta década, como son el carácter antiimperialista y socialista de la revolución bolivariana, expresados en términos generales en
Argimiro Gabaldón lo inmortalizo para la historia en su frase aleccionadora y galvanizadora de la esperanza de los pueblos: el camino es largo y duro, pero es el camino.
¡Patria, Socialismo o Muerte…. Estamos venciendo!