Es en la hora de la acción, en las definiciones, cuando las ideologías enemigas emergen y atacan a los procesos revolucionarios.
Ahora, cuando estamos en etapa de definición, enfrentando al adversario oligarca en unas elecciones que decidirán el destino del país y de la Revolución , aparecen dos ideologías de alto peligro. Veamos.
Son el anarquismo y el localismo, hijos predilectos del egoísmo y del individualismo. En esta Revolución, impulsados por desviaciones pequeño burguesas, han prosperado.
El anarquismo se presenta en estos países mezclado con una fuerte dosis de oportunismo, es así que podemos encontrar un alto funcionario del Estado que se declara anarquista, “enemigo del Estado”, y hasta escribe libros y teorías contra el Estado que les subsidia sus centros de estudios.
No es oportunidad para explorar a profundidad los daños y peligros de la desviación anarquista, ahora nos límitaremos a señalar los peligros para la batalla electoral.
El anarquista o anarcoide, rechaza a la organización nacional, al Estado administrador e integrador de la sociedad, prestigia una suerte de voluntarismo, de espontaneismo, desde esa posición sabotea la disciplina, la necesidad de una dirección, sólo opera desde los apetitos del momento, es incapaz de engranar la táctica con la estrategia, por lo tanto incapaz de enfrentar un enemigo que tiene planes sumamente sutiles y elaborados.
Priva al pueblo de su vanguardia, lo deja inerme frente a los enemigos, incapaz de retiradas y de ofensivas organizadas, inútil para los requiebros tácticos, siempre frontal, visceral.
El anarcoide es incapaz de entender el planteamiento de estas elecciones, es incapaz de ir más allá de las apariencias, de captar que vota por un proyecto, por una esperanza, su mundo es el mezquino inmediatismo.
El anarquismo es pariente cercano del localismo, éste tiene la visión corta del que considera, como decía Martí, que su aldea es el mundo, no ve más allá de sus pequeñas laderas. El localismo tampoco permite entender la magnitud, la grandeza de la batalla, en la que cubierto con lo electoral local se oculta una importantísima decisión nacional.
Los dos, anarcoide y localista, son peligrosos enemigos de la Revolución , nos pueden conducir a derrotas innecesarias.
Es urgente combatirlos, dar a las elecciones su componente nacional, convocar al pueblo para lo grande, para lo trascendente, dotarlo de argumentos para dar la batalla contra estos dos flagelos, impregnarlo de razones sagradas por las cuales luchar, superar la miopía local.
Y sobre todo que entendamos la necesidad de proteger la identificación líder, que es pueblo, y pueblo que se resume en líder.
Sólo fortaleciendo a Chávez podemos mantener viva la posibilidad de seguir avanzando. Con Chávez debilitado, las derechas truncarán a la Revolución, volveremos al capitalismo, el pueblo se sumirá en el desamparo, donde los problemas de hoy se multiplicarán y no habrá Esperanza de solución, ni lugar para hacerse oír. Perderemos la voz y el futuro.
Nada justifica atentar contra la Esperanza, contra la Revolución, contra Chávez.
¡Fortalecer a Chávez, llegó la hora de la lealtad!
Ahora, cuando estamos en etapa de definición, enfrentando al adversario oligarca en unas elecciones que decidirán el destino del país y de la Revolución , aparecen dos ideologías de alto peligro. Veamos.
Son el anarquismo y el localismo, hijos predilectos del egoísmo y del individualismo. En esta Revolución, impulsados por desviaciones pequeño burguesas, han prosperado.
El anarquismo se presenta en estos países mezclado con una fuerte dosis de oportunismo, es así que podemos encontrar un alto funcionario del Estado que se declara anarquista, “enemigo del Estado”, y hasta escribe libros y teorías contra el Estado que les subsidia sus centros de estudios.
No es oportunidad para explorar a profundidad los daños y peligros de la desviación anarquista, ahora nos límitaremos a señalar los peligros para la batalla electoral.
El anarquista o anarcoide, rechaza a la organización nacional, al Estado administrador e integrador de la sociedad, prestigia una suerte de voluntarismo, de espontaneismo, desde esa posición sabotea la disciplina, la necesidad de una dirección, sólo opera desde los apetitos del momento, es incapaz de engranar la táctica con la estrategia, por lo tanto incapaz de enfrentar un enemigo que tiene planes sumamente sutiles y elaborados.
Priva al pueblo de su vanguardia, lo deja inerme frente a los enemigos, incapaz de retiradas y de ofensivas organizadas, inútil para los requiebros tácticos, siempre frontal, visceral.
El anarcoide es incapaz de entender el planteamiento de estas elecciones, es incapaz de ir más allá de las apariencias, de captar que vota por un proyecto, por una esperanza, su mundo es el mezquino inmediatismo.
El anarquismo es pariente cercano del localismo, éste tiene la visión corta del que considera, como decía Martí, que su aldea es el mundo, no ve más allá de sus pequeñas laderas. El localismo tampoco permite entender la magnitud, la grandeza de la batalla, en la que cubierto con lo electoral local se oculta una importantísima decisión nacional.
Los dos, anarcoide y localista, son peligrosos enemigos de la Revolución , nos pueden conducir a derrotas innecesarias.
Es urgente combatirlos, dar a las elecciones su componente nacional, convocar al pueblo para lo grande, para lo trascendente, dotarlo de argumentos para dar la batalla contra estos dos flagelos, impregnarlo de razones sagradas por las cuales luchar, superar la miopía local.
Y sobre todo que entendamos la necesidad de proteger la identificación líder, que es pueblo, y pueblo que se resume en líder.
Sólo fortaleciendo a Chávez podemos mantener viva la posibilidad de seguir avanzando. Con Chávez debilitado, las derechas truncarán a la Revolución, volveremos al capitalismo, el pueblo se sumirá en el desamparo, donde los problemas de hoy se multiplicarán y no habrá Esperanza de solución, ni lugar para hacerse oír. Perderemos la voz y el futuro.
Nada justifica atentar contra la Esperanza, contra la Revolución, contra Chávez.
¡Fortalecer a Chávez, llegó la hora de la lealtad!