“A Dios rogando y con el
mazo dando”. Ese decir popular, a raíz de la partida física del líder de la
Revolución Bolivariana, ha sido expresión de la conducta miserable de la que
afortunadamente es una minoría, cada vez más reducida.
Desde el mismo momento en
que comenzó el vía crucis de la enfermedad del Presidente, se exacerbó el odio
cultivado en contra de los pobres por la rancia oligarquía desde los tiempos de
la Colonia, contagiado en nuestros tiempos a otros sectores a través de sus
medios de comunicación y más recientemente de las redes sociales; odio porque Hugo
Chávez Frías pasó a encabezar las batallas de los oprimidos del mundo.
Con absoluto desprecio por
el ser humano, pero sobre todo por aquellos a los que no consideran de “su
clase”, esos sectores descargaron toda su ira y veneno en contra de quien se
encargó de darle un vuelco irreversible a la historia de Venezuela, de Nuestra
América. No cesaron, por el contrario, se atizaron, cuando se anunció el cambio
de paisaje del Comandante en Jefe. Patéticos, quienes celebraban en tierras
mayameras. Patéticos quienes hicieron lo propio en “el Este del Este” u otras
partes de nuestra nación. Patéticos quienes desde las tribunas del estadio
“Hiram Bithorn” de Puerto Rico, se burlaron de los peloteros criollos a los que
dicen apoyar, cuando en el inicio del llamado Clásico Mundial estos decidieron
espontáneamente rendir un minuto de silencio en memoria del líder más
importante que tuvo nuestro país en el Siglo XX y XXI.
Son esos mismos, quienes
hacen un festín de la muerte de un congénere, cual chacales, los que claman por
amnistías, por el perdón para los crímenes de sus políticos presos, de sus
prófugos de la justicia. Elevan oraciones al cielo mientras clavan la daga.
Andan “a Dios rogando”, pero “con el mazo dando”. Quienes negaron justicia a
miles de asesinados, encarcelados, torturados y desaparecidos en la IV
República, piden clemencia para aquellos que no han dejado de conspirar en
contra del pueblo desde que nuestro líder los venciera en su propio terreno por
primera vez en 1998; los que emboscaron y masacraron a gente inocente, hasta
sus propios partidarios, aquel amargo 11 de abril.
Irónicamente, han apelado a
la doctrina humanitaria de Hugo Chávez Frías, a su sensibilidad, a todo su
imborrable legado, para urgir los perdones que fueron incapaces de dar. Olvidan
otro decir popular: “verdugo no pide clemencia”.
En tiempos en que la
inmensa mayoría de los venezolanos sentimos que nos arrancaron un pedazo del
alma, esa minoría pide amnistías mientras festeja la partida física de aquel en
quien reflejaron todo el odio que sienten por el pueblo; pues bien, ese mismo
pueblo les responde exigiendo respeto por su dolor y dejando en manos de Dios
la tarea de los perdones.
“Con el martillo dando/ y
no dejarse dar/ Con el martillo dando, compañeros/ y hacernos respetar”, nos
dice otro de nuestros guías, Alí Primera y con él nosotros simplemente nos
aferramos a las tareas que nos asignara nuestro Comandante en Jefe, las de seguir
consolidando la revolución.
Tal vez más adelante,
cuando cesen las conspiraciones de aquellos que se comportan peor que las
bestias, el pueblo tendrá tiempos y espacios para las amnistías de quienes
antes de Hugo Chávez, jamás conocieron el significado de esa palabra.