Pulgarcito entra en liza
Autor Freddy J. Melo
La victoria del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN) en las elecciones presidenciales de El Salvador se inscribe en el proceso de sacudimiento soberano que hoy signa la marcha de nuestro Continente. La Centroamérica que hasta hace muy poco lucía una ristra de impenitentes gobiernos cipayos y bravos pueblos aplastados, presenta ahora un rostro en el cual se dibuja la decisión de empinarse sobre el oscuro pasado. La unidad bolivariana, sanmartiniana, mirandina, martiana, morazanista y de todo prócer auténtico nacido por aquí ensancha sus posibilidades de concreción con el inestimable aporte de estos hermanos. Y cuánta lucha de alto sacrificio librada, cuánta prodigalidad consciente en la entrega de la vida. Empresa en la cual el más pequeño, el Pulgarcito de la familia, ha sido –como en el conocido atributo de nuestros llaneros– del tamaño del compromiso que le ha tocado afrontar.
Porque no fue fácil a los españoles sojuzgar a las tribus de diversos orígenes, mayas los más ilustres, ni someterlas a la encomienda, ni, después de completada la conquista y formado el mestizaje, gobernar con la tranquilidad que requería una colonia primordialmente agrícola, carente de minerales preciosos. La asignaron, junto a sus otros vecinos salvo Panamá, a la Capitanía General de Guatemala, dependiente del Virreinato de Nueva España, y la especializaron, para la carga de los navíos, primero en cacao y luego en añil. Pero tuvieron que sofocar muchos intentos de levantamiento a lo largo de los tres siglos de su dominio, el de carácter precursor más importante ocurrido el 5 de noviembre de 1811, llamado Primer Grito de Independencia. Ésta no cuajó, sin embargo, sino el 15 de septiembre de 1821, bajo status de unidad de las provincias.
A partir de allí, igual que en todos nuestros países salvo el Paraguay, se trenzaron en lucha las facciones conservadoras y liberales, éstas por la unidad, con su gran caudillo Francisco Morazán, aquellas por la separación, que al fin se impuso desde 1841. Más insurrecciones y revueltas caudillistas. En 1859 se introdujo el cultivo del cafeto, que llegaría a convertirse en base de la economía y daría origen a la oligarquía de los señores del café o “las 14 familias”, que en colusión con los consorcios yanquis dominaría en lo esencial la vida de la nación, con gobiernos civiles y cierta estabilidad entre 1898 y 1931, y desde entonces con dictaduras militares o civil-militares como la del inefable José Napoléon Duarte, pupilo yanqui y copeyano, que gana las dudosas elecciones de 1984. En 1932 las terribles condiciones de vida y la ausencia de salidas políticas llevaron a la insurrección popular. Indios, campesinos, obreros y estudiantes, bajo la guía de un líder de larga trayectoria, organizador de sindicatos y huelgas, el comunista Farabundo Martí, se alzaron, pelearon y murieron. La represión alcanzó a más de treinta mil hombres y mujeres, fusilados y ahorcados. Cuarenta y tantos años después la guerra es impuesta de nuevo a la población oprimida. Cinco organizaciones se lanzan al combate. En 1980 se unifican en el FMLN. En ese año es asesinado, por órdenes de Roberto D’Aubuisson, militar psicópata, quien nunca sería llevado a tribunales y que luego fundaría el partido fascista “Arena”, Monseñor Arnulfo Romero, pastor del pueblo, enfrentado a los gobiernos asesinos y al imperio. La represión no respeta nada ni a nadie. La CIA y el Pentágono dirigen las operaciones, con la implacable tesis del “enemigo interno”. Niños, ancianos, mujeres, monjas, sacerdotes, obreros, campesinos, estudiantes… Se produce un empate militar; personalidades, organizaciones y países realizan gestiones de paz, y ésta se acuerda por fin en Chapultepec, México, el 16 de enero de 1992. La prolongada contienda había dejado más de setenta y cinco mil cadáveres.
“Arena” se impone, bajo el signo del terror, en las elecciones de 1989, 1994, 1999 y 2004. Veinte años de economía neoliberal, sumisión al imperio, represión, atraso y condiciones de vida insoportables para los de abajo. Hasta que en esta ocasión el periodista y luchador político Mauricio Funes, abanderado del FMLN, gana la presidencia. Es apenas un pequeño paso, tiene en contra los otros poderes públicos, la conjura mediática, la extrema derecha organizada y experta en ruindades y los mandamás oligarco-imperialistas. Pero indica que el pueblo ya no quiere seguir como hasta ahora y coloca la lucha en un nuevo plano. ¡Solidaridad de todos con El Salvador!
Autor Freddy J. Melo
La victoria del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN) en las elecciones presidenciales de El Salvador se inscribe en el proceso de sacudimiento soberano que hoy signa la marcha de nuestro Continente. La Centroamérica que hasta hace muy poco lucía una ristra de impenitentes gobiernos cipayos y bravos pueblos aplastados, presenta ahora un rostro en el cual se dibuja la decisión de empinarse sobre el oscuro pasado. La unidad bolivariana, sanmartiniana, mirandina, martiana, morazanista y de todo prócer auténtico nacido por aquí ensancha sus posibilidades de concreción con el inestimable aporte de estos hermanos. Y cuánta lucha de alto sacrificio librada, cuánta prodigalidad consciente en la entrega de la vida. Empresa en la cual el más pequeño, el Pulgarcito de la familia, ha sido –como en el conocido atributo de nuestros llaneros– del tamaño del compromiso que le ha tocado afrontar.
Porque no fue fácil a los españoles sojuzgar a las tribus de diversos orígenes, mayas los más ilustres, ni someterlas a la encomienda, ni, después de completada la conquista y formado el mestizaje, gobernar con la tranquilidad que requería una colonia primordialmente agrícola, carente de minerales preciosos. La asignaron, junto a sus otros vecinos salvo Panamá, a la Capitanía General de Guatemala, dependiente del Virreinato de Nueva España, y la especializaron, para la carga de los navíos, primero en cacao y luego en añil. Pero tuvieron que sofocar muchos intentos de levantamiento a lo largo de los tres siglos de su dominio, el de carácter precursor más importante ocurrido el 5 de noviembre de 1811, llamado Primer Grito de Independencia. Ésta no cuajó, sin embargo, sino el 15 de septiembre de 1821, bajo status de unidad de las provincias.
A partir de allí, igual que en todos nuestros países salvo el Paraguay, se trenzaron en lucha las facciones conservadoras y liberales, éstas por la unidad, con su gran caudillo Francisco Morazán, aquellas por la separación, que al fin se impuso desde 1841. Más insurrecciones y revueltas caudillistas. En 1859 se introdujo el cultivo del cafeto, que llegaría a convertirse en base de la economía y daría origen a la oligarquía de los señores del café o “las 14 familias”, que en colusión con los consorcios yanquis dominaría en lo esencial la vida de la nación, con gobiernos civiles y cierta estabilidad entre 1898 y 1931, y desde entonces con dictaduras militares o civil-militares como la del inefable José Napoléon Duarte, pupilo yanqui y copeyano, que gana las dudosas elecciones de 1984. En 1932 las terribles condiciones de vida y la ausencia de salidas políticas llevaron a la insurrección popular. Indios, campesinos, obreros y estudiantes, bajo la guía de un líder de larga trayectoria, organizador de sindicatos y huelgas, el comunista Farabundo Martí, se alzaron, pelearon y murieron. La represión alcanzó a más de treinta mil hombres y mujeres, fusilados y ahorcados. Cuarenta y tantos años después la guerra es impuesta de nuevo a la población oprimida. Cinco organizaciones se lanzan al combate. En 1980 se unifican en el FMLN. En ese año es asesinado, por órdenes de Roberto D’Aubuisson, militar psicópata, quien nunca sería llevado a tribunales y que luego fundaría el partido fascista “Arena”, Monseñor Arnulfo Romero, pastor del pueblo, enfrentado a los gobiernos asesinos y al imperio. La represión no respeta nada ni a nadie. La CIA y el Pentágono dirigen las operaciones, con la implacable tesis del “enemigo interno”. Niños, ancianos, mujeres, monjas, sacerdotes, obreros, campesinos, estudiantes… Se produce un empate militar; personalidades, organizaciones y países realizan gestiones de paz, y ésta se acuerda por fin en Chapultepec, México, el 16 de enero de 1992. La prolongada contienda había dejado más de setenta y cinco mil cadáveres.
“Arena” se impone, bajo el signo del terror, en las elecciones de 1989, 1994, 1999 y 2004. Veinte años de economía neoliberal, sumisión al imperio, represión, atraso y condiciones de vida insoportables para los de abajo. Hasta que en esta ocasión el periodista y luchador político Mauricio Funes, abanderado del FMLN, gana la presidencia. Es apenas un pequeño paso, tiene en contra los otros poderes públicos, la conjura mediática, la extrema derecha organizada y experta en ruindades y los mandamás oligarco-imperialistas. Pero indica que el pueblo ya no quiere seguir como hasta ahora y coloca la lucha en un nuevo plano. ¡Solidaridad de todos con El Salvador!