Martín Guédez publicado en la agencia Aporrea este viernes 21 de octubre de 2011.
Al momento en que el joven oficial patriota libio Muamar al-Gadafi irrumpe en la historia de su pueblo, este era el más pobre y atrasado del Norte de África. Al momento en que ocurre su asesinato en las condiciones más repugnantes imaginables a manos de una comparsa de países con marcada vocación imperialista y sus mercenarios, Libia era el país más económica y socialmente estable y progresista del mismo entorno citado. La moraleja es clara hasta para un niño de pecho: la batalla contra el capitalismo amoral y asesino hay que ganarla en la mente y el corazón de los pueblos. No es suficiente con las conquistas materiales para blindar la conciencia del pueblo contra las manipulaciones del enemigo de clase. La Comuna de París nos dejó una clara enseñanza que debimos aprender y no aprendimos. Este caso actual en Libia es también un libro abierto. La Revolución Verde perdió el filo del rigor ideológico, concilió, pactó con el demonio y el resultado no puede ser más elocuente.Entre nosotros –en el ámbito de la Revolución Bolivariana- la ambigüedad ocupa muchos espacios. Así, espacios para el debate, el protagonismo leal y el enriquecimiento de ideas como el Gran Polo Patriótico pretenden ser minados por la ideología pequeñoburguesa. Hay mucha confusión y excesiva profusión de términos sin sentido. En forma generalizada casi todas y todos somos patriotas y socialistas. Sólo que no se señala con el debido rigor “con qué se come eso” Cuando se analizan las distintas posiciones de condicionamiento previo a la incorporación al GPP se encuentra mucho de ese pensamiento voluntarista anarcoide típico de los desvaríos pequeñoburgueses. La concepción de socialismo que muestran luce infestada de un protagonismo voluntarista –no digo que en todos los casos- que al final diluye, fragmenta y confunde.Para caminar juntos hacia un objetivo estratégico lo primero es definirlo con precisión. No hacerlo sería un desatino que más temprano que tarde nos pasaría factura. Debemos responder todas y todos a estas simples pero básicas e insoslayables preguntas: ¿Qué nos une?, ¿Cuál es nuestro objetivo?, ¿Cuál nuestro anuncio profundamente revolucionario? Una primera conclusión debería ser que nuestro objetivo estratégico no es simplemente mejorar las condiciones materiales de vida en una sociedad basada en los contravalores capitalistas por muy importante que en lo inmediato esto pueda ser. Si la patria nos une, entonces estamos unidos por el socialismo porque patria sin socialismo es una ficción bien orquestada por la ideología burguesa. Lo que debemos recalcar es que todas y todos nosotros creemos en el socialismo y su experiencia de amor, de igualdad, de libertad y justicia como un objetivo irrenunciable, como un valor absoluto para la salvación de la Patria y de la humanidad. Y que, por tanto, queremos anunciarlo, construirlo y ponerlo en práctica porque en eso estamos unidos, porque ese es el llamado, porque esa es nuestra vocación humana, porque lo hemos experimentado en nosotros y queremos participarlo a los demás, con pasión, con esperanza y aún al costo de nuestras vidas.Debemos entender que el socialismo –más allá de sus matices- es un sistema social basado en la propiedad social de los medios de producción y por tanto decididamente anticapitalista. Pretender que socialismo y capitalismo pueden convivir en armonía es engañar y engañarnos a nosotros mismos. Capitalismo y Socialismo son sistemas incompatibles –por más que en algún tramo del camino parezcan coexistir- que se rechazan. El amor es imposible entre el explotador y el explotado, entre el esclavizador y el esclavo, y si en alguna oportunidad encontramos a los esclavos “amando” a sus amos es como consecuencia de una larga y profunda manipulación de la conciencia.Al capitalismo lo define la ambición, su marca es la competencia y el darwinismo social. Al Socialismo lo define el amor, la solidaridad y en definitiva, la integración social que el capitalismo fragmenta. No hay trochas ni caminos alternos, estas son las características propias de ambos sistemas. Históricamente el capitalismo –quizás por su propia naturaleza salvaje- ha sigo capaz de mantenerse claro en su camino de opresión y sin desvaríos. En el campo socialista hemos sido vulnerables a los cantos de sirenas del reformismo. Sin el aporte veleidoso del reformismo pequeñoburgués el capitalismo habría sido superado hace un buen tiempo. El Socialismo se la juega en su autenticidad, en su rechazo al señorío de nadie sobre nadie, en el rescate de la conciencia del deber social, en su rechazo radical a toda forma de capitalismo –y por supuesto- a toda forma de imperialismo. El Socialismo no puede superar al capitalismo usando sus mismas armas melladas basadas en el oportunismo, la vanidad, la arrogancia y el individualismo. Cualquier desvío en este camino distrae, maquilla, deforma y fortalece al capitalismo. Gadafi y sus desvaríos –especialmente en los últimos diez años- está allí como un ejemplo de lo que no debe hacerse. En el imperialismo, en el capitalismo y sus distracciones no se puede confiar “ni tantico así”
Ildegar Gil
Ildegar Gil