Freddy J. Melo
El 28 de julio de 1954 nació Hugo Chávez Frías, el huracán barinés que está sacudiendo revolucionariamente a Venezuela y echando a andar por los caminos de América y el mundo el pensamiento y la espada de Bolívar; el vencedor que libra en estos momentos el más difícil combate de su vida y de nuevo vencerá. Como pequeño homenaje a esa obra y esa lucha, me permito recordar y condensar aquí algunas de las modestas letras que he escrito en relación con su liderazgo.
Al formular sus primeros planteamientos revolucionarios relativos a las reivindicaciones populares y nacionales, él apuntó fundamentalmente hacia el latifundio y el “capitalismo salvaje” y exploró las posibilidades de una “tercera vía”. La experiencia de dirigir el proceso, el surgimiento de una contrarrevolución que fue precisando el enemigo nacional y de clase, y las dificultades provenientes de una “sociedad civil” en pie de guerra y un Estado inficionado de remanentes del pasado, así como los avances populares en unidad, organización y conciencia, lo llevaron a reformular sus propuestas con la audacia y claridad que lo caracterizan. De ese modo presentó la definición del carácter antimperialista de la revolución, y cuando comprobó que las aspiraciones esenciales no pueden lograrse en el capitalismo, proclamó el socialismo como objetivo revolucionario de largo aliento.
La vertiginosa acción emprendida desde la victoria electoral de 1998, que se inició abriendo un proceso constituyente para la regeneración y refundación de la república y entregando a los venezolanos y al patrimonio de todos los luchadores populares la Constitución más democrática del mundo; que ha ido construyendo un nuevo conglomerado de poder con los estamentos sociales fundamentales en sus expresiones civiles y militares, seglares y eclesiásticas, y simultáneamente derribando bastiones del bloque imperialista-oligárquico de dominación y derrotando una a una sus arremetidas contrarrevolucionarias; que reempató el hilo de nuestra historia y restableció el liderazgo imperecedero del Libertador y los demás próceres; que levantó las caídas banderas de la esperanza del pueblo y galvanizó su emoción y conciencia para convertirlo en el protagonista de las transformaciones, esa vertiginosa acción, inducida por la energía, lucidez, fecundidad y consecuencia irreductible de un líder excepcional, ha apuntado siempre hacia la solución en profundidad, completa, revolucionaria de los problemas planteados. O sea, los de la liberación nacional –soberanía política y cultural, independencia económica y atención preferente a las necesidades del pueblo–, que han madurado desde hace tiempo pero no pueden ser resueltos a plenitud sino trascendiendo los límites del capitalismo y entrando en los dominios de la sociedad socialista.
El presidente Chávez conquistó la emoción y adhesión popular gracias, entre otros –según me parece–, a los siguientes hallazgos signados con su impronta: primero, nacionalizó la revolución, llamando a ella en nombre de Bolívar y los libertadores y no de otros revolucionarios grandes pero lejanos, lo cual ganó el corazón de las masas populares y las llevó a ver la lucha como un proceso único, que viene desde el pasado a enfrentar los problemas del presente y proyectarse hacia el porvenir; segundo, “religionizó” la revolución, incorporando a sus filas a dos formidables camaradas amados por el pueblo y que antes utilizaba el enemigo para sojuzgarlo: Dios y Jesucristo; tercero, pacificó la revolución, sosteniendo –y demostrándolo hasta ahora– que es posible realizar transformaciones sociales profundas de una manera democrática y en paz (aunque presta y alerta); cuarto, unificó las potenciales fuerzas cardinales de la revolución, al devolver a la Fuerza Armada su primigenia conciencia patriótica y bolivariana y construir la unidad cívico-militar; quinto, “demoprotagonizó” la revolución, al propulsar la democracia participativa y protagónica, núcleo vivo del proceso, la revolución en sí misma: es el pueblo, sobre la indicada base de su crecimiento en organización, conciencia y unidad, aprendiendo a ejercer su soberanía y preparándose para llevar a cabo las tareas históricas planteadas.
El Presidente ha trazado la ideología de la Revolución, el bolivarianismo, el cual ha superado la prueba de la práctica: es el cemento de la cultura nacional y de la unidad latinoamericana; reempata el hilo de nuestro acontecer colectivo y recupera la visión histórica del pueblo, dándole la percepción de un continuo que enlaza el pasado, el presente y el porvenir; se ha enriquecido y se enriquece constantemente con las ideas de redención que han surgido y van surgiendo de la praxis y el pensamiento venezolanos, nuestramericanos y universales, incluyendo como sustentos fundamentales las concepciones vivas y necesarias del marxismo y las hondamente humanas del cristianismo original. Es la expresión del Socialismo Bolivariano, la versión socialista venezolana del siglo XXI.
Las grandes ideas de antimperialismo y socialismo nos llegaron desde los años treinta de la pasada centuria, pero no penetraron en las masas, no pudieron convertirse en fuerza material, pese al enorme esfuerzo de muchos egregios luchadores. Hugo Chávez Frías logró la conexión y hoy nuestro pueblo brega guiado por tales ideas: es ése un mérito histórico innegable del huracán barinés.
Al formular sus primeros planteamientos revolucionarios relativos a las reivindicaciones populares y nacionales, él apuntó fundamentalmente hacia el latifundio y el “capitalismo salvaje” y exploró las posibilidades de una “tercera vía”. La experiencia de dirigir el proceso, el surgimiento de una contrarrevolución que fue precisando el enemigo nacional y de clase, y las dificultades provenientes de una “sociedad civil” en pie de guerra y un Estado inficionado de remanentes del pasado, así como los avances populares en unidad, organización y conciencia, lo llevaron a reformular sus propuestas con la audacia y claridad que lo caracterizan. De ese modo presentó la definición del carácter antimperialista de la revolución, y cuando comprobó que las aspiraciones esenciales no pueden lograrse en el capitalismo, proclamó el socialismo como objetivo revolucionario de largo aliento.
La vertiginosa acción emprendida desde la victoria electoral de 1998, que se inició abriendo un proceso constituyente para la regeneración y refundación de la república y entregando a los venezolanos y al patrimonio de todos los luchadores populares la Constitución más democrática del mundo; que ha ido construyendo un nuevo conglomerado de poder con los estamentos sociales fundamentales en sus expresiones civiles y militares, seglares y eclesiásticas, y simultáneamente derribando bastiones del bloque imperialista-oligárquico de dominación y derrotando una a una sus arremetidas contrarrevolucionarias; que reempató el hilo de nuestra historia y restableció el liderazgo imperecedero del Libertador y los demás próceres; que levantó las caídas banderas de la esperanza del pueblo y galvanizó su emoción y conciencia para convertirlo en el protagonista de las transformaciones, esa vertiginosa acción, inducida por la energía, lucidez, fecundidad y consecuencia irreductible de un líder excepcional, ha apuntado siempre hacia la solución en profundidad, completa, revolucionaria de los problemas planteados. O sea, los de la liberación nacional –soberanía política y cultural, independencia económica y atención preferente a las necesidades del pueblo–, que han madurado desde hace tiempo pero no pueden ser resueltos a plenitud sino trascendiendo los límites del capitalismo y entrando en los dominios de la sociedad socialista.
El presidente Chávez conquistó la emoción y adhesión popular gracias, entre otros –según me parece–, a los siguientes hallazgos signados con su impronta: primero, nacionalizó la revolución, llamando a ella en nombre de Bolívar y los libertadores y no de otros revolucionarios grandes pero lejanos, lo cual ganó el corazón de las masas populares y las llevó a ver la lucha como un proceso único, que viene desde el pasado a enfrentar los problemas del presente y proyectarse hacia el porvenir; segundo, “religionizó” la revolución, incorporando a sus filas a dos formidables camaradas amados por el pueblo y que antes utilizaba el enemigo para sojuzgarlo: Dios y Jesucristo; tercero, pacificó la revolución, sosteniendo –y demostrándolo hasta ahora– que es posible realizar transformaciones sociales profundas de una manera democrática y en paz (aunque presta y alerta); cuarto, unificó las potenciales fuerzas cardinales de la revolución, al devolver a la Fuerza Armada su primigenia conciencia patriótica y bolivariana y construir la unidad cívico-militar; quinto, “demoprotagonizó” la revolución, al propulsar la democracia participativa y protagónica, núcleo vivo del proceso, la revolución en sí misma: es el pueblo, sobre la indicada base de su crecimiento en organización, conciencia y unidad, aprendiendo a ejercer su soberanía y preparándose para llevar a cabo las tareas históricas planteadas.
El Presidente ha trazado la ideología de la Revolución, el bolivarianismo, el cual ha superado la prueba de la práctica: es el cemento de la cultura nacional y de la unidad latinoamericana; reempata el hilo de nuestro acontecer colectivo y recupera la visión histórica del pueblo, dándole la percepción de un continuo que enlaza el pasado, el presente y el porvenir; se ha enriquecido y se enriquece constantemente con las ideas de redención que han surgido y van surgiendo de la praxis y el pensamiento venezolanos, nuestramericanos y universales, incluyendo como sustentos fundamentales las concepciones vivas y necesarias del marxismo y las hondamente humanas del cristianismo original. Es la expresión del Socialismo Bolivariano, la versión socialista venezolana del siglo XXI.
Las grandes ideas de antimperialismo y socialismo nos llegaron desde los años treinta de la pasada centuria, pero no penetraron en las masas, no pudieron convertirse en fuerza material, pese al enorme esfuerzo de muchos egregios luchadores. Hugo Chávez Frías logró la conexión y hoy nuestro pueblo brega guiado por tales ideas: es ése un mérito histórico innegable del huracán barinés.