No pocas veces se ha creído, jurado y perjurado que los campesinos y, especialmente, los obreros no pueden adquirir conciencia para sí si no les viene dada o aportada desde fuera, desde los intelectuales. Incluso, el gran camarada y maestro del proletariado, Lenin, estuvo entre ellos, pero no por mucho tiempo, porque se percató que también la adquieren desde dentro, es decir, la logran en el trajín de sus propias actividades en la lucha de clases. El caso que mejor lo ejemplifica o lo testimonia fue el del camarada Joseph Dietzgen, obrero curtidor, filósofo autodidacta, descubrió por sí mismo la dialéctica materialista, desarrolló su teoría continuando el curso del marxismo.
No pocas veces y no pocos intelectuales han creído o creen (entre éstos jamás estuvo Lenin) que el lenguaje de los campesinos es siempre chabacano, que son incapaces de pronunciar buenas palabras, que se quedan reducidos a una ignorancia de la cual no salen si los profesionales no les culturizan, que suelen carecer de términos para entender normas de convivencia y hasta higiénicas. En fin, el campesino ha sido muy subestimado por muchos de quienes se sienten armados de teoría científica –en general- y política –en particular-.
Quizás, muchos de los intelectuales que le niegan valores de educación o de cultura a los campesinos dejan de lado el entender que las injusticias, el abandono de un Estado a las necesidades del campo, los sufrimientos de familias enteras, los altos niveles de la explotación, la ausencia de posibilidades para la superación espiritual, la carencia de instituciones que permitan acceso a la cultura y el arte en el campo, las políticas especulativas que pululan como langostas desvalorizando las pequeñas producciones agrícolas, la falta de medios de comunicación de información veraz y educativos, entre tantas cosas, influyen en el medio ambiente, en el estado de ánimo y en la falta de formación intelectual del campesino.
Una clase social no es homogénea de pies a cabeza como el conocimiento no puede medirse con un mismo rasero para todos. Incluso, eso tiene validez también para la burguesía. ¿O es que acaso no existen burgueses que tienen mucho dinero pero son pobres en cultura o conocimientos científicos? Tampoco ha existido un partido político donde la homogeneidad haya sido un icono sagrado por la religiosidad de sus principios ideológicos. La disidencia o choque en argumentos y opiniones encontradas no es siempre un indicativo o elemento de principio para romper una homogeneidad en torno al concepto histórico pero sí lo es en que no todos piensan exactamente iguales en relación con la interpretación del mismo o de una situación concreta determinada de tiempo y lugar. La táctica es variable como tantas veces lo requieran las circunstancias objetivas en una específica fase de la historia mientras que la estrategia no varía en la misma. La persona misma no es rigurosa y totalmente homogénea en sus órganos y si hablamos de su pensamiento, debemos aceptar que es cambiante aunque mantenga el hilo neurálgico de su concepción de mundo o de vida.
No pocos políticos e intelectuales sostuvieron o sostienen erróneamente el criterio de que el comandante guerrillero Manuel Marulanda Vélez (Tiro Fijo) era, simplemente, un bandolero, un terrorista, un criminal, un desadaptado con escaso nivel de cultura –en general- y política –en particular-. Lo creyeron o lo siguen creyendo que fue tan inculto que no sabía hablar, que era irrespetuoso con sus semejantes, se burlaba de la gente, engañaba a sus camaradas y era cruel con los mismos que no seguían o no obedecían al pie de la letra sus mandamientos. Quienes pensaron o continúan pensando de esa forma, estaban o están equivocados de cabo a rabo. Se podría decir que no hicieron ningún intento por conocerlo mientras que no se dieron cuenta que él sí los conocía al detalle. Hay personas, muchos intelectuales entre ellos, que no reconocen la dialéctica pero ésta sí los reconoce a ellos. Cuando eso sucede, se termina andando con la cabeza hacia abajo y los pies hacia arriba.
Aunque muchos o pocos no lo crean, y esto lo digo y afirmo sin haber conocido personalmente al camarada Manuel Marulanda, éste fue un ser muy especial en la historia, particularmente, de Colombia y aunque no le guste a pocos o muchos, también lo fue para la historia universal. Lo que menos importa del camarada Manuel Marulanda es que haya sido, hasta el sol de hoy, el revolucionario con más tiempo de prolongación de vida guerrillera. Eso es lo de menos. Lo grande, lo histórico, lo incuestionable, es que el camarada Manuel Marulanda sin haber pisado, así lo creo, jamás ni un milímetro de predio universitario y, mucho menos, alguna de sus aulas, alcanzó un nivel de conocimientos que muchos académicos del mundo y, especialmente, políticos, historiadores y sociólogos, hubiesen deseado poseer. Fue, sin duda, un extraordinario autodidacta que muchos de sus conocimientos los adquirió en el trajín de su vida, de sus luchas y en la satisfacción de sus urgentes necesidades espirituales impuestas por las exigencias de un conflicto armado que terminó por crear, crean o no lo crean, un nuevo genio del arte militar y ese fue, les guste o no les guste reconocer, el camarada Manuel Marulanda. Desde la guerra en Vietnam no nacía un genio de esa naturaleza luego del camarada Vo Nguyen Giap. Los expertos militares de Colombia y de Estados Unidos, saben que lo dicho anteriormente es una gran verdad histórica irrefutable. Es justo también reconocer que el camarada Manuel Marulanda igualmente adquirió conocimientos desde fuera y, especialmente, venidos del partido comunista colombiano y de los textos del marxismo que leyó y estudió con mucho apasionamiento y anhelo de conocimientos.
Son muchos los rasgos o aspectos que pueden ser destacados del camarada Manuel Marulanda y que le han convertido en un incuestionable personaje revolucionario de la historia. El hecho de haber jugado el papel fundamental en la organización de una fuerza guerrillera de tanta importancia y capacidad combativa como las FARC, lo dice por sí solo. Y, luego, haber demostrado una capacidad de resistencia y de ofensiva contra un Estado y sus fuerzas armadas, apoyadas por las estadounidenses, es obra de un genio y no de militares poniendo en riesgo la vida de miles y miles de hombres y mujeres sin que jamás las balas traspasen las paredes desde donde despachan sus órdenes.
Y un rasgo interesantísimo del camarada Manuel Marulanda es que jamás se le subieron los humos a la cabeza por ser el comandante en jefe de una fuerza político-militar como las FARC. Sépase que era un revolucionario sencillo, decente, humilde y muy consciente de sus deberes y derechos. Lo caracterizó algo que los jefes militares comunes de esos ejércitos servidores de la burguesía ni siquiera remotamente lo perciben: su lenguaje era hermosamente sencillo, jamás irrespetó a sus enemigos, nunca hizo uso de términos despectivos ni de descalificación de nadie, no llegó en ningún momento a sobrestimar sus fuerzas pero tampoco a subestimar a las del enemigo, estaba guiado por los grandes sentimientos del pueblo y sentía los dolores de éste como si fueran propios, jamás supo lo que significó para su propio pecho lo que es burlarse de otra persona. Así fue siempre el camarada Manuel Marulanda quien, por cierto, resucitó tantas veces como lo mataron. Eso fue una de las peores rabias de sus enemigos que tuvieron que conformarse con que el camarada Manuel Marulanda muriera de vida, de tanto guerrear y producirle derrotas a un ejército que se cree capaz de acometer más hazañas que los personajes ficticios del cine de guerra imperialista. ¡Viva el camarada Manuel Marulanda!
El camarada Manuel Marulanda fue, igualmente y eso lo testimonia lo anteriormente dicho sobre él: un revolucionario verdaderamente humanista. Incluso, aprendió a reír como crítica y no como burla. Tan fue así, que el camarada Gabriel Angel, que convivió junto a él, escribió un interesantísimo pasaje de la vida del camarada que lo intituló: “La risa de Manuel Marulanda Vélez”. Nada era más seguro en el conflicto armado y político colombiano que el campamento donde pernotaba el camarada Manuel Marulanda. Siempre lo situaba cerca del enemigo pero éste eso no lo sospechaba porque, entre otras cosas, nunca encontró a nadie que se lo informara. Los campesinos eran y son la mejor montaña para cuidar a los guerrilleros aunque últimamente, éstos hayan sufrido importantes bajas. El enemigo, en vida del camarada Manuel Marulanda, jamás descubrió que las extremas medidas de seguridad en el campamento del jefe no se contradecían con la tranquila rutina del mismo. Dice Gabriel Angel sobre el camarada Manuel Marulanda, que: “… su tono de voz, sus maneras, su trato con los demás, no lo diferenciaban en nada del más noble y cariñoso abuelo que pudiera encontrarse en cualquier pueblecito andino de Colombia”.
Manuel Marulanda sabía reír y reía, especialmente, cuando el enemigo movilizaba un numeroso grueso de tropas de su ejército, marina y fuerza aérea creyendo dar con el objetivo y producirle un golpe demoledor a las FARC y, especialmente, queriendo dar de baja a los camaradas Manuel Marulanda y al Mono Jojoy de un solo tiro y quedaba (ese numeroso enemigo) embarbascado o atollado en un desgaste de sus fuerzas como si se desenvolvieran en un vacío sin destino. Tenían que retirarse mordiéndose la cola de rabia.
Nos dice el camarada guerrillero Gabriel Angel, que “Manuel Marulanda Vélez, en su risa, en su astucia, en su sabiduría, sabía bien que él y el Ejército del Pueblo que conformó durante su vida, encarnan a la perfección los anhelos de justicia del pueblo colombiano. Por eso estaba completamente seguro de vencer, de que tarde o temprano llegará la hora de nuestra victoria. Al tiempo que los combatía con sin igual maestría, sabía reírse a carcajadas de sus perfumados y pretenciosos enemigos. Los perfumados y pretenciosos enemigos del pueblo colombiano. De los que nos reímos todo el tiempo las FARC, sobre todo cada vez que vuelven a lanzarnos sus bulliciosas amenazas”. Así es la risa como un arma de la crítica a quienes se creen los amos y poderosos de todas las verdades y se abrogan todas las victorias de la lucha de clases por el resultado de algunos combates aislados y por ello dejan de apreciar la resistencia heroica de unas fuerzas revolucionarias que en lo militar no disfrutan de las ventajas de la técnica y la logística del Estado que sí se les brinda a los ejércitos reaccionarios. ¡Viva el camarada Manuel Marulanda!